Lastimosamente, ha sido tradición que la sociedad va poniendo el lomo para aguantar los ataques y embates de todo un sistema que está diseñado para ver cuánto puede lograr estirando la pita para obtener más beneficios.
Y no estamos hablando únicamente en el área pública en la que, lo hemos dicho, eso ocurre todos los días con un Congreso tan irresponsable como el que tenemos, un Ejecutivo que no entendió el mandato y un Organismo Judicial que parece la oficina de diseño de la impunidad.
Pero en lo privado, por ejemplo, como los distribuidores de combustibles que han disparado los precios ahora que estamos en la Semana Santa y la gente acostumbra a salir a dar, muchas veces, el paseo familiar del año.
Habrá quienes tienen que asumir sacrificios inmensos para poder seguir con sus planes o tendrán que cancelarlos debido a que el valor de las gasolinas y el diesel les hará más difícil hacer el viaje. Eso sí, estos son los gasolineros aquellos muy prestos a subir los precios de inmediato, pero que cuando hay un ajuste a la baja se toman todo el tiempo del mundo para reflejarla en las bombas.
De igual manera, las unidades del transporte que sufren de estos incrementos en sus costos de operación y que en la mayoría de casos son unos abusivos con la gente, terminan reflejando en incrementos al pasaje no autorizados para “no perder”.
Por supuesto que hay que entender que en una sociedad de “libre mercado” la oferta y la demanda marcan el flujo de los negocios. Pero los abusos en ese “libre mercado”, como los que mencionamos, son los que terminan haciendo obligatoria la regulación para evitar que, como siempre, lo ilegal termine siendo correcto.
Y es que como sociedad así somos. Está el caso de Terminal de Contenedores Quetzal y del interventor Alexander Aizenstadt. Muy pocos recuerdan que el abogado, colaborador de los medios de Erick Archila, ha “legalizado” una operación que es posiblemente la mordida más grande que se ha pagado en Guatemala. Ni el caso Odebrecht en que se rumoran 18 millones de dólares de coima, se acerca a los 30 que los jefes del interventor le habrían pagado al gobierno para hacer esta transa.
Pero como la sociedad, acostumbrada a los abusos y a los corruptos, no dice nada, pues a seguir poniendo el lomo. Mientras la gasolina suba “pero poquito”, mientras el transporte incremente su tarifa “porque no queda otra” o un robo del tamaño de TCQ traiga “un barco moderno”, todo cuela por ser una sociedad de agachados.