Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

La situación de Luis Carlos Rivero ejemplifica la realidad de lo que ocurre en el país. Ayer en Prensa Libre se publicó una nota del calvario que ha significado para el corredor perseguir su sueño y cuenta cómo, con el apoyo de su esposa que es una maestra presupuestada, ha logrado cumplir sus metas.

Pero justamente eso ejemplifica el porqué somos un país cuyo principal producto de exportación es la gente y su elemento más olvidado también es la gente. Personas que no se conforman con un no y salen a cumplir sus metas, algunas tan básicas como darle de comer a su familia o poder ofrecer algún sustento para enfrentar la vida.

Siempre he dicho que aquellos que luchan al tenor de las reglas, sin andar traficando influencias o prestándose a babosadas, la tienen difícil y eso no puede ser. Guatemala debe ser un país en el que si alguien tiene un talento y pide una oportunidad, debemos tener la capacidad de proveerle el espacio y la oportunidad para poner en práctica sus habilidades.

Eso que debería ser una premisa básica como país, es una utopía porque ni siquiera le podemos garantizar la educación a nuestros jóvenes porque muchos de ellos deben abandonar “el sueño” de la educación para ganarse sus alimentos o los de su familia.

El Estado tiene finanzas apretadas para todo lo que nos falta por hacer, pero nunca hay dinero para aquellos que como Rivero o los migrantes piden a gritos una oportunidad y quienes además son claves para fortalecer el necesario emprendimiento que requiere el país si en realidad queremos soñar con el desarrollo.

Emprendedores no son solo aquellos cuyas empresas facturan millones, sino aquellos que no se quedan con un “no” de respuesta, aquellos que no aceptan el “nosotros nacimos pobres y nuestro destino ya está marcado” o aquellos a los que se les dice que “esas oportunidades son para otra gente”.

Los ejemplos de Guatemala no pueden seguir pasando por los migrantes o por los Rivero, por mencionar algunos, porque eso habla de nuestra incapacidad de generar masivas oportunidades para los de más abajo, esos que se quedan desplazados para siempre y su apuesta es luchar contra la corriente porque ya saben que los dejaremos atrás.

Y como Rivero y los migrantes, a pesar de todas esas adversidades, hay personas que no aceptan el destino que como país les ofrecemos y luchan por escribir su propio futuro y por forjar su propio destino. El primero va a Londres a una maratón, gracias a su esfuerzo honrado, y los migrantes mantienen la economía del país, son la esperanza de su familia y de un país entero, gracias a su espíritu de lucha y a su resiliencia como personas.

Rivero, como los migrantes, no está pidiendo tratos especiales ni beneficios tipo los de la ley ganadera y agropecuaria, ellos solo están pidiendo una oportunidad justa y hasta se les podría otorgar con condiciones para que las asistencias impliquen que ellos trabajen en sus comunidades y con otras personas que luchan por sus sueños.

Rivero y los migrantes nos enseñan de manera dramática que nos urge cambiar el rumbo.

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