Francisco Cáceres Barrios
caceresfra@gmail.com

“En la vida todo lo puedes hacer siempre y cuando guardes el debido respeto hacia los demás” Es una frase que le escuché decir a mis antecesores desde que tuve uso de razón. Y es que el respeto nos permite a los seres humanos guardar la consideración debida a los demás, acompañada de cierta sumisión por la cualidad, situación o circunstancia que nos lleva a acatar lo que se diga o esté establecido con el fin de no causar ofensa o perjuicio. Por ejemplo, cada quien es libre de utilizar el descanso tradicional de la Semana Santa para irse a la playa; para concurrir a los templos cristianos que conmemoran la vida, pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo o para presenciar el paso de los cortejos procesionales que nos han dado el prestigio de contar con los mejores del mundo.

La importancia está en guardar el debido respeto a las preferencias de cada quien, pero no solo para descansar del ajetreo diario, sino para hacer cuánta cosa mejor nos plazca. Conozco a un señor que se pasa todo el año anterior comprando aserrín y demás materiales para hacer las alfombras en homenaje a las imágenes cuyos cortejos procesionales pasan frente a su casa de habitación pero, advierte puntualmente, sin causarle ningún perjuicio a los vecinos, desde impedirles su libre circulación, como no montar bocinas amplificadoras para escuchar sus preferidas marchas fúnebres cuyo gran volumen causan las molestias consiguientes.

Sabido es por todos que por las circunstancias sociales y económicas del país, en los últimos años ya no son solo un cortejo, sino que son tres en uno. El primero que transcurre hasta con una hora antes del paso del cortejo con toda clase de ventas que van desde las tradicionales empanadas, churros, pitos, calendarios, anteojos, sombreros y todo tipo de artículos imaginables. El segundo, la procesión con las imágenes veneradas o consagradas y la tercera, la que el municipio desarrolla con su personal y equipo para mantener limpia la ciudad de los desechos que se hayan producido. Nada tenemos contra esto, siempre y cuando, como dije al inicio, se guarde el debido respeto, pues resulta molesto para cualquiera que los vendedores ambulantes, al paso de la procesión religiosa, se pongan con altisonantes gritos a promover sus ventas.

En fin, en este país quiérase o no, todavía somos libres de hacer lo que mejor nos plazca siempre que guardemos el debido respeto, la cordura, la prudencia y la mejor buena voluntad para reducir riesgos. Por ello siempre debe tenerse presente lo que dice en la Epístola I de San Pablo a los Corintios: “Las malas prácticas corrompen las buenas costumbres”.

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