Juan Antonio Mazariegos G.

Esta semana la guerra civil en Siria mostró mucho de lo peor de la barbarie de los hombres, cuando de conformidad con investigaciones y noticias de prensa internacionales, el régimen de Bachar el Asad bombardeó con hasta 4 proyectiles que contenían gas tóxico, la ciudad de Jan Shejun que se encuentra bajo control de las fuerzas rebeldes que luchan contra Asad. El saldo, para este jueves, era ya de 86 muertos, dentro de los que hay 27 niños y casi 550 heridos, la mayoría sin posibilidades de ser tratados ante las precarias condiciones de la ciudad y la carencia de medicamentos adecuados para enfrentar este acto cobarde e indignante.

La guerra civil en Siria cuenta ya su séptimo año de conflicto armado y se ha transformado en una masacre luego de que las fuerzas rusas intervinieran apoyando al gobierno de Asad bajo el argumento de combatir a ISIS, pero dirigiendo todos sus recursos y armamento en contra de los rebeldes que en su oportunidad fueron parte de la denominada primavera árabe que buscaba la caída del régimen dictatorial de Asad.

Esta misma semana, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas había votado una condena en contra del régimen sirio, sin embargo el gobierno ruso, utilizando su poder de veto dentro del Consejo impidió la condena y la implementación de sanciones, aunque muy probablemente las mismas se habrían acumulado a la lista de sanciones que la comunidad internacional declara y que ya no tienen ningún efecto práctico más que el de una sanción moral que visto lo visto no hace ninguna mella en Asad o en cualquier otro gobierno que transgreda reglas de humanidad o ponga en peligro la misma supervivencia de la especie humana como también lo hace el fanático régimen de Corea del Norte.

Al momento que escribo esta columna ya hay noticias de que buques de guerra norteamericanos desde aguas del Mediterráneo han lanzado hasta 50 misiles crucero Tomahawk hacia la base aérea siria desde donde supuestamente salieron los aviones que lanzaron el ataque químico. El fracaso diplomático ha resultado evidente y caminamos por un campo minado en donde personalidades como las de Asad, Putin y Trump peligrosamente se enfilan a una confrontación de muy fácil escalada. Es indispensable que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas actúe, sea fuerte y firme en sus decisiones o que la misma Asamblea imponga sanciones a Bachar el Asad por lo acontecido y que sea la justicia y no las armas las que busquen la solución a este conflicto que debe avergonzar a la humanidad.

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