Marco Tulio Trejo Paiz

El Congreso de la República ha perdido su prestigio desde pasadas administraciones, pero hoy más que nunca!

La imagen de dicho Organismo ha hecho crisis por la incesante corrupción de casi todos los diputados con gran resonancia internacional.

El número de «representantes del pueblo» (¿…? -producto de la politiquería partidista- creció a 158 durante el gobierno del brigadier Efraín Ríos Montt y es una pesada carga para el fallido Estado.

Actualmente están presos más de 30 «diputíteres» carirraídos, algunos de la Legislatura anterior y otros de la actual que están procesados, presos, otros prófugos con antejuicio; todos han aumentado la lista de los que han arrastrado en las charcas de la inmoralidad y han dado mal ejemplo a su familia y a la sociedad.

El Ministerio Público y la CICIG continúan las investigaciones, porque la cifra de corruptos puede crecer al ser capturados.

Un caso que también ha tenido mucha resonancia en el continente y, a nivel mundial, es el de Odebrecht, compañía brasileña que sobornó a funcionarios para lograr contratos de obra pública en nuestro país.

A esa compañía fue adjudicado un proyecto para ampliar la carretera de Cocales hasta la frontera con México.

Otros casos que ensucian la imagen del Congreso son las «plazas fantasma» que llevaron a prisión a Pedro Muadi, expresidente del Parlamento, el Caso IGSS-Chiquimula que señala al diputado Baudilio Hichos respecto del lavado de dinero y la politiquería, así como el señalamiento de discriminación de la gobernadora de Alta Verapaz, Estela Ventura.

Abundan los comentarios sobre la escandalosa corruptela que campea en las alturas y en la llanura que, asimismo, desprestigian al país.

Guatemala ha perdido la confianza de la población y es que el ojo avizor se mantiene fijo en lo interno, y en lo externo.

Andamos mal los guatemaltecos y su anarquizada patria que, en vez de ir hacia adelante, parece retroceder…

El gobierno realmente se detiene. Buscando alivio, tiende a colapsar como hundiéndonos en un tremedal, gracias a la galopante corrupción en las alturas y en la llanura, ¿verdad Juan Pueblo?

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