Alfonso Mata

Un pensamiento como tal presupone el asombro. Pensar en la forma en que se encuentra el trabajo legislativo, no solo sorprende sino llena de congoja y cólera y lo peor de todo, mientras las ramas de otras actividades humanas e instituciones intercambian resultados de lo que hacen y dejan de hacer, obligada o voluntariamente, los discuten y aprueban respaldados por la ciencia y con alta objetividad, no ocurre esto en nuestro legislativo, que escapa de la correcta indagación, interrogatorio y desaprobación, contrario a lo que sucede con otras dependencias del Estado y la población.

¿Sobre qué construye el diputado? ¿Sobre caprichos e intereses propios? ¡Descaro! ¿Sobre el derecho? Que mentira, no lo conoce y si lo conoce, no lo respeta. El diputado cuando es ciudadano común y corriente (eso se espera) vive dentro de las normas del buen convivir, cosa que al ser investido cambia. De tal forma que el esplendor de la justicia se ahuyenta del hemiciclo parlamentario y los hombres y mujeres que lo ocupan, se llenan de intereses particulares cuando no de quimeras y caprichos, que en meses, les hace perder la objetividad de su trabajo, dejando en el olvido la elaboración de un ordenamiento jurídico acorde a los tiempos y a los grandes problemas de la nación. Pero como no impera en el hemiciclo un derecho inalterable, cada norma se aprueba siempre que permita… su violación o excepción. Este método es tan penoso y común, que solo agita de vez en cuando algunas conciencias que tardan meses y en algunos casos años, en esa búsqueda de lo mejor para todos, de soluciones diferenciadas, que en muchos casos, chocan con las costumbres de la mayoría en todo el sentido de la palabra.

¿Ejemplos? las aberraciones y el manoseo que han dado a las leyes que el pueblo exigió y señaló modificar en el 2015 y a cuyas recomendaciones hicieron caso omiso, llenando de errores y horrores sus modificaciones. Otro ejemplo, su irresponsabilidad al dejar pasar por alto la validez de declaraciones comerciales y sobre todo contractuales de acuerdos laborales, plasmados en pactos colectivos, que pelean con lo legal e institucional y el uso correcto del erario público y que no puede tildarse así por así de “errores en el negocio” y no un engaño al Estado y la nación.

El manejo de ambas situaciones por el legislativo, ha provocado indignación en la población; en ambos casos, todos nos preguntamos por lo más esencial ¿Quién tiene que correr con las consecuencias? Y la respuesta es lo más absurdo, el provocador no solo no asume las consecuencias, sino tampoco la responsabilidad.

Este es el caso: en el puesto de diputado “no hay responsabilidad por daños”. La responsabilidad que tiene gran relevancia práctica en cualquier puesto laboral, en el de diputado es INEXISTENTE, está exento de culpa y es ilusión hablar en su caso, de responsabilidad por resultados. La raíz histórica de perpetuación –espiritual y social- ha creado un sistema legislativo perverso y corrupto, que se asienta en un individualismo cuajado de libertad de compromiso hacia los demás y esto se ha tolerado por mucho tiempo, con mucha crítica sin efectiva y clara acción para evitarlo, dejando entonces que recaigan las consecuencias de ese desvergüenza, sobre las poblaciones.

Es entonces que cabe preguntar ¿Quién valora las pruebas y subordina la materia bajo las reglas del derecho, de lo que hacen los congresistas? La respuesta ante las pruebas es evidente, nadie y menos se puede hablar de prevención al respecto. Son y estamos ante prácticas que operan al margen de la legalidad; indemnización ante la culpa.

Acá solo es posible esbozar la situación. Las desventajas de nuestro estilo de legislación son muchas y variadas, pero evidentes; se pueden resumir como peligrosas e incongruentes con la democracia y el desarrollo de la nación, con un vacío de “control” más que demostrado, que deja imposibilitada a la población. Por consiguiente, no solo es importante disolver el congreso, sino pensar en cómo se puede desarrollar un sistema de control objetivo del trabajo de una legislatura y de sus miembros e implementarlo. El sistema actual de sobra demuestra su ineficiencia, nos encontramos con que la historia exige un cambio en la vida política.

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