Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com
El primer problema que Guatemala tiene es ser un país en vías de desarrollo, donde la concentración de la riqueza es enorme y por ello los índices de pobreza extrema son altísimos.
La clase media guatemalteca comparativamente con América Latina es mucho menor, las inversiones privadas de capital interno y externo son pocas, y por ello somos predominantemente un país que exporta productos agrícolas: café, azúcar, banano, hule, cardamomo, verduras y flores.
La industria es una actividad limitada y en el país las empresas medianas y pequeñas que son las principales creadoras de empleo y fuentes de trabajo, comparativamente hablando, son pocas, eso ha provocado que más de dos millones de guatemaltecos hayan inmigrado y que, gracias a su trabajo honrado y sacrificado, países como Estados Unidos sean el principal origen de ingreso de divisas con el que el país cuenta.
Según los últimos informes, cada guatemalteco en el extranjero envía a su familia, padres y/o hijos $375.00 dólares al mes. Esas remesas son superiores en divisas a lo que suman en su totalidad el café y el azúcar que Guatemala exporta.
A diferencia de la concentración de riqueza que genera el café, el azúcar, el banano y el hule, cada remesa, al ser recibida por una familia en particular, se convierte en consumo de la Canasta Básica Alimenticia, en pago de educación para los miembros menores de esa familia y, en algunos casos, en mejoras de vivienda.
Por tanto, cada guatemalteco que es repatriado obligadamente de los Estados Unidos incrementa la pobreza y con ello los riesgos de delincuencia.
Las ayudas internacionales, empezando por la proveniente de los Estados Unidos para reducir la inmigración, son una gota de agua que no impide, mitiga o reduce la inmigración.
Además, los programas que el Estado ha creado para reeducar o reentrenar a los repatriados son prácticamente estériles.
Por todas esas razones, el gobierno de Guatemala, el presidente Jimmy Morales, debería nombrar un experimentado comisionado presidencial responsable de la inmigración y de los repatriados, que con esa calidad supervise y coordine las acciones del Ministerio de Relaciones Exteriores y de los consulados en Estados Unidos y México; asimismo, coordinar a los ministerios de Trabajo y Economía para que pasen de los precarios planes que tienen de empleo y reeducación a verdaderos planes que logren enfocar la inmigración y el retorno forzado de los guatemaltecos.
Adicionalmente, el Ministerio de Agricultura debería de producir programas a efecto de aumentar la producción alimenticia, tanto de consumo interno como de exportación y así lograr el autoabastecimiento de granos básicos como el maíz y el frijol, que continúan siendo parte de las importaciones. También se debe intensificar la producción de verduras que perfectamente pueden ser exportadas a Centroamérica y el Caribe, que no son autosuficientes.
Un comisionado presidencial de esa naturaleza no debe ser un burócrata sino un hombre maduro y preparado como lo es, por ejemplo, Ricardo Castillo Sinibaldi o Enrique Godoy.
Entre más espere la Presidencia de la República reconocer el enorme problema de la inmigración y de los repatriados, peor será el problema.
¡Guatemala es primero!
Continuará…