Edith González

Corría el mes de diciembre de 2016, nos preparábamos para las fiestas de fin de año, compras y festejos… La primera dama, Patricia Marroquín de Morales se reunía con don Carlos Vargas, preocupada por la situación de los hogares a su cargo. Derechos Humanos había dicho que era necesario desalojarlos, trasladar a los niños. ¿Pero, a dónde…?

Su hermano de la iglesia, Carlos Vargas, podría ser la solución, él tenía un proyecto de ayuda a personas vulnerables, apoyado por muchos colaboradores nacionales y extranjeros y apadrinado por hermanos de misiones de Canadá, Puerto Rico, Estados Unidos y algunos países de Europa. Él podría ser la salvación para estos niños abandonados por sus familias, por acción u omisión, ahora al cuidado del Estado.

Por supuesto, dijo don Carlos, yo puedo ayudar a los niños y a mi país, solo necesito un poco de tiempo para adecuar el espacio donde ellos puedan estar cómodos, atendidos y bien cuidados.

A principios de marzo cuando el sitio estaba terminando de ser implementado con lo requerido, don Carlos lloró, como uno de esos niños abandonados. En uno de los hogares ocurrió una terrible tragedia. Sabía que no era el momento de lamentos, culpas, juicios ni depresiones, había que actuar.

Esa mañana dijo a sus colaboradores: -debemos apurarnos, los niños nos necesitan ahora más que antes- La llamada llegó: Don Carlos cómo vamos, es urgente el traslado de los niños. Ahora don Carlos sonrió y dijo: En el tiempo en que usted realiza los trámites, yo estoy listo esperando a los niños con el corazón en la mano y el pensamiento en Dios. Así que el martes 21 de marzo don Carlos supo de voz de la primera dama que 46 niños serían trasladados a ESPERANZA DE VIDA de Río Hondo Zacapa.

El miércoles 22 en ESPERANZA DE VIDA, se sentía en el ambiente que algo muy importante estaba por suceder. Se esperaba la llegada de los niños para horas de la tarde, sin embargo el tiempo transcurría y no aparecían.

Un bus y 17 ambulancias de Cruz Roja Guatemalteca, acompañados del vehículo en que viajaba la señora Patricia y otros más de seguridad, rodaban por las calles de la ciudad intentando alcanzar la ruta que les llevaría a su destino, una ruta en construcción que no fue fácil transitar por el cuidado que se requería para los niños.

En ESPERANZA DE VIDA, todo estaba listo, los médicos que recibirían a los chiquitos en el “Hospital San Lucas” las enfermeras y niñeras que cuidarán de ellos, salas de encamamiento con cunas nuevas, salas para terapia, salones de juegos, área de cocina y farmacia, bodegas de alimentos y medicamentos, y su propia ambulancia, solo faltan los niños. Quienes luego de quince horas de trámites y viaje llegaron por fin cuando la noche se había apoderado del ambiente. Una vez instalados los niños, las 150 personas que les acompañaron y recibieron fueron invitadas a cenar en “El Rancho”, en donde la señora Patricia agradeció su colaboración, dedicación y servicio y don Carlos, la confianza puesta en ESPERANZA DE VIDA, en donde sabe que tratados con pasión y amor los niños estarán muy bien cuidados.

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