Jorge Mario Andrino Grotewold
* @jmag2010

“La mayoría de las personas gastan más tiempo y energía en hablar de los problemas, que en afrontarlos”.
Henry Ford.

Los graves acontecimientos suscitados en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción y recientemente en otro Hogar (Etapa 2), esta vez de los menores en conflicto con la ley penal, relata una clara precariedad en cuanto a la forma en que el Estado maneja sus crisis, entendiendo esta como una situación urgente que requiere una solución inmediata.

Pareciera sencillo el enunciado de la prevención para evitar llegar a las dificultades, pero en la realidad las circunstancias que motivan los conflictos o detonan las denominadas “crisis” son innumerables e imposibles de prever en su totalidad. El manejo de escenarios y mecanismos de inteligencia estratégica son indispensables para dirigir los esfuerzos y recursos disponibles de conocer e inclusive detener las explosiones emocionales que regularmente desencadenan actos que riñen con la ley, la moral o el orden. Si no se atacan las causas de la conflictividad, difícilmente se podrá evitar el surgimiento de la problemática y por ende las crisis. Por ello, anticiparse a las bases de problemas económicos, sociales y culturales constituye una decisión inteligente, estratégica, necesaria y lógica, especialmente para países como Guatemala. Y con ello, la propuesta de soluciones mediante políticas públicas.

El diálogo, pero el constructivo que se dirige a alcanzar acuerdos, y no solamente en mediar entre las partes, debe ser la herramienta indispensable previo, durante y posterior a las situaciones de problemas que generan conflictividad y que se agravan con las crisis. Conocer y generar empatía con los actores de los procesos desencadena mecanismos de confianza que permiten evitar hacer agudo cada caso, o bien solucionarlos durante la etapa de urgencia. Pero también es indispensable que el diálogo se transforme en resultado, en concertación y en seguimiento. La mayoría de los conflictos no suelen solucionarse durante las urgencias críticas, sino durante las etapas previas a estas o posteriores a las mismas. Visualizar este mecanismo puede constituir el éxito o el fracaso de esta estrategia.

Sin lugar a dudas que la prevención y el diálogo constituyen dos herramientas fundamentales de un país democrático y que cuenta con un Estado de derecho. Pero la sociedad exige de sus autoridades, ante todo, un orden social, que debe privilegiarse siempre e inclusive anteponerse a cualquier negociación, ya sea dentro de un problema agudizado o bien en la estrategia de prevención y diálogo.

El orden social, garantizado por el orden jurídico, es el que debe imperar en cualquier momento, crítico o no, y que corresponde ejercerlo a los responsables de la seguridad del Estado, en el marco del respeto a las libertades y los derechos de cada persona. La ausencia de ese orden genera el caos; y el caos la anarquía, definición de una crisis constante de la que a todas luces hay que evitar.

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