Dra. Ana Cristina Morales Modenesi
La esperanza es un término que ha sido manoseado de manera burda por políticos y gente sin principios morales. Pero, es una necesidad el tenerla. La injusticia, aleada de la corrupción, bota este sentimiento de manera irremediable y repetitiva.
La esperanza es un sentir, con la posibilidad que sea solo un momento, y luego, cae, vuelve a caer y de manera ilusoria, mágica, nos volvemos a topar con ella. Tal vez, sea una utopía, que nos permita mantenernos cuerdos. En un mundo, que a veces consideramos sin sentido, insensible e indiferente.
Para recobrar la esperanza una persona o un pueblo necesita que exista justicia. Entendiendo por ello, no de forma necesaria, que se llenen las cárceles de gente juzgada por la ley. Sino, que la gente albergue la posibilidad de vivir conforme a sus anhelos, de una manera digna y decorosa.
La esperanza, como cualquier sentimiento, como su antítesis, la desesperación. Son sentires universales, los cuales pertenecen a cualquiera. Si la existencia se siente pésima ¿De qué manera puede subsistir la esperanza? ¿Por qué exigir un pensamiento positivo? Cuando todo lo que se observa, se siente y se deja de sentir, llega como una nube gris, que empaña los días. Se podría ignorar, pero la realidad, llega, de manera tardía o temprana, de manera diáfana u oscura. Pero, llega para todos.
La materia en cuestión, no es que nos convirtamos en inertes pesimistas, sino, idear la manera de construir esperanzas. Tal vez, algunas respuestas consistan en: ser humano, con lo humano, priorizar valores, sentimientos y acciones, que ayuden a la vinculación con los demás. A sentirnos acompañados unos de otros. A que nos importe, de manera genuina lo que le pase a ese otro, a quien conocemos, o tal vez no.
La esperanza, ha sido vulgarizada por religiosos, por políticos, por gente que habla de fe, y es incapaz de trascender la palabrería.
La esperanza necesita del esfuerzo de cada persona y de una sociedad asertiva que sepa lo que le conviene para ser feliz. También, de una panorámica vinculante, que abrigue la construcción de oportunidades. Ante todo, para que estas lleguen a quienes se encuentren en situaciones de desventaja.
La esperanza resurge cuando las personas que se sitúan en una escala de poder, por arriba de otros, no gozan al ponerle el pie encima al otro sino, por lo contrario, contribuyen a tender una mano, para levantar a quien se encuentra por debajo.
Las personas necesitan, ante el desconsuelo y para concebirse con vida, de situaciones esperanzadoras que alivien el horror; que en ocasiones provoca el contacto con eventos de vida estremecedores.







