Sandra Xinico Batz

Dolor, rabia, impotencia, una gran indignación. Estamos conmocionados. Es una bofetada. Nos interroga a la cara: ¿qué estamos haciendo (como sociedad) para garantizar la vida de los más jóvenes?

Desde el 8 de marzo, las imágenes de las niñas carbonizadas en el Hogar «Seguro» Virgen de la Asunción no dejan de rondar las redes «sociales», la televisión y la prensa. Los medios corporativos de comunicación se visten de negro y fingen rostros angustiados, dedican los noticieros completos para cubrir el incendio «siniestro», como siempre, una gran hipocresía, un show.

Este es el país que habitamos, uno que mata con pobreza, exclusión y desigualdad. El Estado es el responsable de la muerte de las 38 niñas, porque era el encargado de su administración, porque recibió las denuncias que por años se presentaron en contra de este centro, porque sus propios funcionarios fueron los que perpetuaron la violencia y la trata de personas en el lugar. Hay responsables y son cientos. Estamos manteniendo (económica, social y políticamente) a un Estado que nos mata día a día, mientras se enriquece y enriquece a la élite política que tiene el poder en este país. Una élite que en la historia de Guatemala, no ha temblado ni un momento, por prenderle fuego a las comunidades (enteras), a las mujeres, ancianos y niños. ¿Cómo va a asumir entonces el Estado esta responsabilidad y quiénes?

La realidad aún ahora mismo sigue transcurriendo. Mientras esta no cambie seguirán existiendo «hogares seguros» que no son hogares ni seguros, sino infiernos (literalmente), porque seguiremos sin garantizar una vida digna para las niñas y los niños, a quienes (con todo y esto) osamos llamarles: las nuevas generaciones. En este país diariamente mueren niñas y niños calcinados por la pobreza, el hambre, el racismo, la exclusión provocada por este sistema político de muerte. Un sistema que funciona porque hay personas que la hacen funcionar. Hay responsables.

También transcurren la aprobación de leyes en el Congreso de la República y otros sucesos, que se mueven libremente en un silencio provocado y que los medios corporativos se encargan de mantener aprovechándose de la desgracia y alimentando a su audiencia con el morbo de su amarillismo. El 07 de marzo estos mismos medios (que ahora dicen estar de luto) trataban de delincuentes a los 50 jóvenes «amotinados» como les llamaron, quienes ante sus cámaras y grabadoras denunciaban las violaciones sexuales y otros maltratos que recibían de parte del personal del Hogar Seguro Virgen de la Asunción. Las imágenes mostraban un grupo de niñas y niños rodeados por antimotines, como si se tratasen de reos amotinados en una cárcel (así lo hicieron ver).

El 5 de noviembre, con el título de «Noticias que no son noticia» mi columna cuestionaba el silencio alrededor de la desaparición de 30 niñas del Hogar Seguro Virgen de la Asunción. En esta narré como existían ya denuncias en contra de este centro por torturas, asesinatos, trata de personas, violaciones sexuales. La desaparición de niñas superaba los 30, eran cientos. ¿En dónde están? ¿Están vivas?

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