Juan Antonio Mazariegos G.

Resulta imposible no tocar el tema de lo ocurrido en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción, al momento que escribo esta columna, el número de niñas fallecidas en la tragedia está a punto de llegar a 40 y seguramente pasará de esa cifra, pues los reportes médicos indican que las otras más de 30 que languidecen en los hospitales nacionales enfrentan quemaduras terribles, a las que los mismos médicos que tratan a las menores califican como nunca vistas en sus carreras profesionales.

Por supuesto la indignación corre y se reclaman renuncias y deducción de responsabilidades, de igual manera todas las autoridades y funcionarios que pueden aparecer en medios de prensa lo hacen diciendo que se iniciarán investigaciones y se abrirán expedientes o que ya se había denunciado la situación o exigido el cierre del ya tristemente famoso hogar, aunque visto el resultado nadie finalmente hizo nada para evitar la tragedia.

Dicen las noticias que las menores murieron atrapadas en una construcción en donde las puertas estaban bajo llave, realmente las atrapó primero una vida sin esperanza ni oportunidades, en donde lejos de desarrollarse y convertirse en futuras mujeres valiosas para el país, fueron víctimas de explotación sexual, violencia física y económica, pero sobre todo del desinterés de toda una sociedad que está acostumbrada solo a ver para sí misma y en donde lo que suceda a los demás solo nos golpea cuando la tragedia es tan grande que no podemos evitar ver para otro lado.

Al cabo de un par de meses o para cuando suceda el próximo escándalo, el Hogar Seguro Virgen de la Asunción será ya noticia de relleno en los diarios y noticieros, y la indignación, las denuncias o los reclamos tendrán nuevos objetivos y eso no debería ser posible. Aquí sin duda falló el Estado, pero la sociedad tampoco se queda atrás, por acción u omisión la responsabilidad de esas muertes está en todos y pertenece a todos, en los funcionarios por creer que no hay responsabilidad o contraprestación por devengar un sueldo del gobierno y en los demás por no asumir un papel de responsabilidad, cumplimiento y exigencia, para con los funcionarios, pero también para con nosotros mismos en las responsabilidades que debemos de entender van más allá de aquello que sea de nuestro interés.

La tragedia ocurrida a estas menores no nos debería dejar indiferentes ni provocar en nosotros otro pasajero alboroto, si no hacemos algo ya, no puedo ni pensar que hay más abajo en este resbaladero por el que se desliza este país esperando tocar fondo.

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