Juan Jacobo Muñoz Lemus

Luego de conocer personas en distintas circunstancias, encuentro que los humanos somos una especie. Quisiera creer que tendemos a crecer, pero hace falta un poco de tiempo a la evolución para ese salto. Debatimos rígidamente en público y en privado; entre desproporciones, intolerancias, incongruencias, inadaptaciones y deterioros.

Viendo desde un solo ángulo, olvidamos que casi nada es isotrópico y que todo fenómeno es multidireccional. Lo obvio no lo es tanto y hay que ver más allá de lo supuestamente evidente. A esto hay que sumar que el cerebro se emborracha de emociones y que más que reflexiones tiene reacciones con pasión de fuerza ciega, que fácilmente destruye.

Vivimos en el allá y el entonces, sin atrevernos al aquí y el ahora; convencidos de que el pasado nos determina. Ubicarse en tiempo, espacio, persona y situación requiere desprenderse del pasado como elemento causal y atreverse a la posibilidad de que con la misma historia se pueda ser feliz. Cada quien hace lo que puede con lo que tiene. O como dijo Sartre, un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él.

Las reglas tienen límites, y es necesario conocerlas para romperlas con responsabilidad. No podemos atacar la confusión con más confusión. Tampoco huir de la oscuridad en nuestro interior; somos esclavos de ella, no sus amos, y acaso allí habite el destino. La soberbia juzga el exterior, y la inteligencia solo llega a cierto punto, nunca más allá. Lejos está el razonamiento lógico de la decisión de un comportamiento juicioso.

Quien actúa de una manera, no sabe hacerlo de otra. Si se le trata bajo sus reglas, se sentirá como un loco al que se sigue la corriente. Es necesario tratarlo como lo que es y merece llegar a ser. Sin importar cuanto se empeñe en echarlo a perder; debe descubrir por qué lo hace y lo inútil de su proceder.

Los determinantes sociales, están pesando sobre el juicio. La inmediatez se volvió importante en un modelo que desprecia lo sagrado de cada símbolo, y es por eso que hay que temer lo que se desea. Muchas veces conseguirlo trae malas consecuencias; y si hasta los juiciosos patinan, con mayor razón los que solo se dejan ir.

Como ejemplo de esto, las mujeres para sentirse valiosas se tornan en sentimentales, pues no tienen tanta posibilidad de probarse y, buscan escenarios que no las expongan a vivir pulsiones que para los hombres son más permitidas. Los varones quieren penetrar mujeres, lo que salvo honrosas excepciones muy de hombre, podría ser solo un recurso simbólico y desesperado por regresar al útero materno. La actitud femenina podría ser más activa, y la masculina más pasiva y apelar a la calidad femenina de estar cuando se necesita, sin imposición ni exigencias de atención y localización anatómica de su virilidad. Un poco pasar del sexo sin sentido al sexo con sentido.

Afortunadamente hay síntomas y sueños que nos traen mensajes del alma, aunque no sean evidencias concretas para hacer conclusiones literales. Y aun cuando un sueño sea mezcla de realidad, fantasía, emociones y hasta lo que se cenó la noche anterior; puede llevar a la reflexión e incidir en los significados metafóricos de la existencia individual.

En fin, que quien no se atreve a tirar el lastre, busca no elevar el globo, y así, si cae del canasto, da pronto en el suelo y no se mata. ¿Quién dice que la realidad simbólica no existe?

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