Durante el fin de semana, los congresistas estadounidenses Ileana Ros-Lehtinen y Albio Sires visitaron el país para sostener reuniones con Jimmy Morales, Thelma Aldana, Iván Velásquez y Francisco Rivas. Evidentemente por su agenda, sus prioridades para el país van orientadas a conocer y seguir apoyando la lucha contra la impunidad, la corrupción y las estructuras que han mantenido secuestrado el sistema del Estado.

Hoy, el secretario de Estado Adjunto para asuntos de Narcóticos y temas de seguridad, William Brownfield, sostiene una agenda muy similar y, evidentemente, con las mismas intenciones de resaltar el interés lógico de Estados Unidos en apoyar la lucha contra la corrupción, la impunidad y las estructuras criminales que han dominado el país.

Esa postura de Estados Unidos que muchos han denunciado seguirá provocando malestares entre aquellos que, utilizando una falsa postura nacionalista, pretenden abortar la lucha para implementar un auténtico estado de derecho.

La verdad es que los gritos en contra de la presencia de autoridades de Estados Unidos y del mismo embajador Todd Robinson, seguramente captan la atención de la mayoría en nuestra sociedad porque no es grato que nos digan en la cara permanentemente que hemos fallado en nuestras tareas y que tenemos que hacer un mejor trabajo.

Pero en lugar de avalar las campañas de polarización, descalificación y ese falso nacionalismo, la sociedad debe evaluar si no es que ciertamente tenemos que hacer ese esfuerzo extraordinario para aprovechar el momento que atraviesa el país y lograr establecer las prácticas lícitas y darle la dimensión correcta a los poderes para que terminemos atendiendo y sirviendo a la población y, especialmente, a la más necesitada.

Y ha cambiado el panorama del país, porque hace unas décadas, los que ahora piden que no haya “injerencia” de Estados Unidos en políticas de desarrollo social y de combate a la corrupción, eran los que aprovechaban su presencia y apoyo militar para mantener sumisos a los actores sociales que amenazaban el sistema.

Tenemos que hablar de las diferencias sociales, de pobreza, corrupción, impunidad y violencia. En cambio, nos enredamos con ese discurso polarizador que pretende apuntalar un sistema evidentemente corrupto y perverso basado en la impunidad.

Es por ello que la mejor manera de enfrentar la “injerencia” es haciendo nuestro trabajo. No pidamos asistencia en programas de desarrollo, pero tributemos más; no pidamos apoyo a las fuerzas de seguridad, pero como sociedad seamos parte de un sistema de seguridad democrático; no aceptemos apoyo de la CICIG y MP, pero demostremos un compromiso real contra la corrupción y la impunidad. ¿Están equivocados los Estados Unidos al darnos ayuda?

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