El rechazo a los políticos de parte de las sociedades a nivel mundial es por ese descaro con el que demuestran que les importa un pepino las necesidades de sus ciudadanos, mientras en su mente de falsos estadistas justifican el privilegiarse ellos mismos, a sus socios y amigos con los favores que el poder otorga.
Esa visión de la política tan vivamente representada en las elecciones pasadas por Manuel Baldizón y Sandra Torres ex de Colom, es la continuidad de lo mismo: Políticos que utilizan el tema de la pobreza para hacer sus maniobras corruptas tan parecidas a las de los Patriotas, Arzú, Berger y demás políticos.
Y con esa máscara con que se quería diferenciar de ellos, Jimmy Morales era tan poco visto como político, que hizo que la población votara por él. Y como siempre pasa, se dejó de lado la más pequeña evaluación sobre capacidad del líder, su equipo de trabajo y el compromiso mínimo de agenda política. Tenemos que recordar que en Guatemala se vota por canciones y los regalos que dependen de la capacidad de los candidatos de venderle el alma a los financistas.
Pero resulta que ese “santo inocente” que ganó la elección por “no ser político”, terminó siendo un verdadero y excelso profesional de la materia, entendida bajo ese principio de que es la práctica del engaño, la distorsión y la concentración de los beneficios del Estado para sí mismo y sus allegados.
No es el primer presidente que ni huele ni hiede y que no se nota sino es que encara a la población por los medios de comunicación. Pero su gobierno es tan inodoro e incoloro que igual pudiera pasar un año sin aparecer que nadie sentiría el efecto.
Pero lo que llama la atención es que cuando aparece tiene la capacidad de culpar a todo mundo por la ineficiencia de su Gabinete y hasta por sus “rumores bien fundamentados” de golpe de Estado.
Se lava las manos como todo un político profesional cuando dice que ese gran temor del golpe fue causa de diputados y la prensa, de igual manera que se las ha lavado cuando quiere evadir su responsabilidad en el tema del financiamiento de su campaña, las medicinas vencidas que “le donan” los que reciben dinero del presupuesto, etc.
Más que la prensa, la sociedad debe ser la auditora de este tipo de acciones con que se demuestra que aquel que decía ser distinto, termina siendo igualito. Nuestra función es recordarlo, para que notemos que nos siguen viendo la cara sin que haya asomo de repudio, y menos de condena.