Juan José Narciso Chúa

Los acontecimientos familiares han sido agradables y, además, constantes. Hace una semana escribía sobre la graduación de mi hija Lucía Gabriela y hoy comparto otro gran momento que la vida me otorga; mi hija mayor, la arquitecta, ¡¡se me casa!! Vaya si no es motivo para estar contento, vaya si no el orgullo y la satisfacción de padre se hace más palpitante, vaya si no, uno se da cuenta que se hace viejo…

Mi hija mayor, Sofía Alejandra Narciso Contreras, camina sus pasos hacia el matrimonio, después de hacerme feliz con gozar de su pequeña figura cuando era una bebé, allá en Albuquerque, Nuevo México, en donde creció, caminó e inició sus primeros balbuceos de palabras, de frases, de sus primeros pasos, cuando se me cayó –también por primera vez, por llevarla conmigo a ver el buzón, luciéndola como padre orgulloso de que su bebé ya caminaba. Esos años fueron de juegos, de fotos, de risas, de situaciones inexplicables, como cuando yo dormía y Sofía tomó una de mis chancletas y me la estrelló en la cara, con el despertar, el susto y la risa consiguientes.

Es increíble el paso del tiempo, pues hoy todavía puedo ver su carita de bebé riéndose, con sus travesuras; todavía tengo la imagen de una vez que llegó a la casa con una pizza y la pude ver por el visor, chiquitita con la enorme caja, como si fuera una foto indeleble en mi mente y corazón. No olvido a su Mandola, una piñata pequeña que cuidaba y cargaba por todos lados, todavía recuerdo una vez que yo estaba embebido en una película y me pidió leche, pero para no perder el hilo de la película, le dije que no había y me volteé, cuando la escuche decir, “sí hay mirá y cargaba peligrosamente el pichel de leche”, corrí en medio de un enorme susto y una inolvidable lección.

Una vez estaba de mal humor y yo traté de filmarla con su carita de malestar, pero lo que conseguí fue que me persiguiera por toda la casa queriéndome pegar, pues no quería que la grabara, inolvidable.

Su paso por el Colegio Mis Patitos, en donde inició su educación fue trascendental, cuando empezó a reconocer colores, letras, números y una serie de símbolos y sonidos que significaron la base elemental de su educación, para luego iniciar su largo ciclo en el Colegio Suizo Americano, centro educativo en donde terminó su bachillerato. Una vez no se me olvida me enseñó un dibujo de la familia y yo parecía tener pelo colocho, a lo cual le dije bromeando, “mija, pero yo no tengo el pelo así” y me respondió: “ni modo que te iba a dibujar pelón…”

También Sofy hizo atletismo al igual que Lucy, destacando en las carreras cortas y siempre la acompañábamos en sus competencias. Siempre ha sido de mucho carácter, de decisiones, de salir adelante a defender cuestiones injustas e imponía siempre su criterio. Del Colegio Suizo Americano deviene una enorme cantidad de amigas que todavía hoy comparten su vida y ella la de ellas, siendo Daniela, una permanente Sancho y ella su Quijote, roles que se intercambian en los diferentes pasajes de su vida.

Nunca pretendí que mis hijos jugaran un deporte que yo hubiese practicado, pero Sofía después del atletismo me habló del voleibol, deporte que practicó buen tiempo y llegó a ser parte de la selección juvenil, con la cual viajó a Puerto Rico, una satisfacción enorme como padre, pues yo practiqué por muchos años dicho deporte.

Una vez tuvimos la oportunidad de viajar solo los dos, fue un lindo viaje, principalmente la humorística llegada a Hamburgo, luego el viaje por bus a Berlín, luego el viaje en tren a Praga, en donde compartimos sillón con unas jóvenes suecas, quienes cantaban canciones de mi tiempo como Stand by me de Benny King, finalmente Viena y de vuelta a Hamburgo, en donde la dejé por poco tiempo, pero me quedé muy triste, cuando viajé solo de vuelta a Guatemala.

Hace algún tiempo ya me presentó a Pablo, su novio y hoy futuro esposo, con quien he podido platicar y reconocer su entereza, su valía y su deseo por salir adelante, así como hemos compartido el buen gusto por las películas. Pablo y Sofía se casan en unos días, han entablado un rumbo lógico en la vida de todas las personas, han arribado a una edad que pretenden solidificar juntos, han decidido caminar juntos para envejecer. Ojalá la vida los ilumine, que Dios los guíe para reconocer que la vida es muy corta y que las decisiones trascendentales se deben sopesar largamente y sin pasiones, ni enojos, sino racionalmente.

Cuando veo a la Chofas con esa energía que ella hace latente y que empuja y jala al mismo tiempo, me siento tranquilo, pero también inquieto, pero sé que su mayor interés es ser feliz y hacer feliz a Pablo, tal como hizo con toda su familia, amigos y conocidos. Aunque entiendo que hoy es una mujer que ha madurado enormemente, no puedo quitarme de la mente su carita de bebé, y la veo todavía, en medio de sus balbuceos, diciéndome en su inglés de bebé: “querés una kicoo (cookie)”. Salud hija mía, salud Pablo, la vida es una larga enseñanza, adelante.

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