Claudia Escobar. PhD.
claudiaescobarm@alumni.harvard.edu

Para muchos latinoamericanos, así como para los estadounidenses interesados en las relaciones con la región, hay inquietudes y expectativas sobre los cambios que puedan generarse a partir de la nueva administración en el gobierno de Donald Trump.

Si bien es cierto algunos países de América Latina han dado grandes pasos en temas de desarrollo, de fortalecimiento institucional y sus economías no dependen en exclusiva de sus vínculos comerciales con Estados Unidos, aún existen muchos otros que dependen en gran medida de su relación con la gran potencia. No solo en términos económicos, sino también en muchos otros aspectos; su estabilidad está asociada a dicha nación y las relaciones son asimétricas y de dependencia. Los países de Centroamérica no pueden escapar de su influencia. Para estas naciones aún se aplica el refrán: “Cuando a Estados Unidos le da gripe, a ellos les da neumonía.”

La visita del secretario de seguridad interna, General John Kelly, a Guatemala y México es un indicativo claro que dentro de los temas importantes en la agenda de los Estados Unidos están la migración ilegal, el tráfico de drogas y el crimen organizado. Pues según las propias palabras del General Kelly: “La seguridad de la frontera comienza mil 500 millas al sur del Río Grande en las selvas de América Latina”.

Aunque el tono de las reuniones de la comitiva de EE. UU. a Guatemala y a México fue cordial, y los funcionarios manifestaron, durante la visita, que no habrá operaciones militares para promover deportaciones masivas y que están dispuestos a respetar los derechos de los migrantes indocumentados, el presidente Trump asegura lo contrario. Habrá que ver cómo se desarrollan los acontecimientos en los próximos días. También se habló de la cooperación en temas de seguridad para evitar el trasiego de droga y de armas. Además, se resaltó la importancia que tiene el respeto al Estado de Derecho.

En Guatemala, específicamente, quedó claro que el Gobierno de los EE. UU. apoya a la CICIG y la gestión del Comisionado Iván Velásquez, lo que implica que para los gringos es importante que nuestro país reduzca los niveles de violencia, disminuya la impunidad y continúe en la lucha contra la corrupción. Los problemas nacionales que muchos guatemaltecos consideran como “asuntos internos” resultan ser también un problema para los países vecinos que sufren las consecuencias de nuestras debilidades.

Cuando un Estado está infiltrado por grupos criminales y es gobernado por las mafias, como sucede en Guatemala, no podemos apelar a nuestra soberanía y esperar que los otros Estados sean meros espectadores, pues su propia seguridad está en juego. Veamos, por ejemplo, las consecuencias de la gestión del gobierno del Partido Patriota, en donde prácticamente toda la cúpula de gobierno está siendo procesada por corrupción. ¿Acaso no tiene esto efectos más allá de nuestras fronteras?

La reciente acusación de cargos por narcotráfico hecha por los Estados Unidos ante la Corte del Distrito de Columbia en contra de dos de los más altos funcionarios de ese gobierno: la expresidenta Roxana Baldetti y el exministro de Gobernación, Mauricio López Bonilla, es un caso que levanta todas las alarmas.

Si no queremos quedar aislados de las relaciones bilaterales y multilaterales con otros Estados y terminar como un Estado fallido, estamos obligados a transformarnos; a fortalecer las instituciones; a modernizar el Sistema de Justicia y a promover el respeto al Estado de Derecho, lo que pasa necesariamente por una reforma constitucional.

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