Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Donald Trump es una amenaza para los migrantes, tanto como los mareros que extorsionan lo son para la gente honrada del país, pero esta crisis generalizada que vivimos en casi todas las facetas de la vida nacional (y que afecta a los nuestros que están fuera de las fronteras) nos debe servir como un punto de inflexión si queremos marcar un nuevo y mejor rumbo.
Donald Trump y sus arrogantes locuras (que van más allá del tema migrante o de los migrantes a los que llama mexicanos en general) generan crisis, angustias y preocupaciones a nivel mundial, pero en especial en la comunidad que huye de su país en busca de un futuro, recordando que no lo hacen en la comodidad de un avión ni para ir a ver a Mickey Mouse, sino para ofrecerle algo a su familia.
Pero esta crisis que ahora existe, esta zozobra que el Presidente de Estados Unidos está causando a los migrantes, debería ser el punto de partida para una sociedad que tiene que entender que en las condiciones actuales el país no ofrece sostenibilidad de ningún tipo, en especial en los negocios, porque nuestro mercado no descansa sobre bases sólidas sino aquellas construidas a base de sangre, sudor y lágrimas que genera la migración y sus remesas.
En Guatemala nunca van a existir oportunidades suficientes para todos mientras sigamos con el funcionamiento y composición actual del Estado. Si en Guatemala no existe una reforma integral del Estado lo que vemos hoy seguirá siendo una constante porque nuestro sistema está diseñado para que el aventajado, el menos escrupuloso sea el que lleve la delantera.
En Guatemala no existe la certeza y eso lo debemos reconocer y no solo lo podemos hacer cuando algo nos perjudica. No puede haber certeza cuando debo pagar una mordida, traficar influencias o financiar una campaña para obtener algo y si no entendemos ese pecado original, nunca podremos derrotar la perversa esencia de nuestro sistema.
Hoy como país no estamos debatiendo cómo reformar el sistema de salud, el sistema de educación, el sistema penitenciario, el sistema de rendición de cuentas, el sistema de seguridad y justicia (no se le puede llamar debate a lo que tenemos de las reformas al sector justicia), el sistema político (respecto a la representatividad y al financiamiento electoral), el sistema carcelario, los sistemas de incentivos y sus respectivos controles, el sistema laboral, el sistema tributario y un largo etcétera.
Y eso es justamente a lo que nos debe forzar Donald Trump. Nuestro gobierno debe ser ágil para apoyar a nuestros migrantes, pero nuestra sociedad debe ser más inclusiva y dar muestras inequívocas de cambio al iniciar a afrontar y discutir los problemas que justamente generan que la gente no tenga oportunidades.
Hoy es más fácil para alguien sin oportunidades engrosar las filas del crimen que ser parte de las matriculas escolares. ¿Cómo puede haber una mejor Guatemala si tenemos 2.5 millones de jóvenes que en el 2016 no fueron parte del sistema de educación? ¿Cómo aspirar a que no migren, a que no extorsionen en esas condiciones?
No pretendo generar un sentimiento de justificación, pero sí quisiera poder generar un sentimiento de urgencia y que entendiéramos la angustia que viven los millones que desde la marginación han buscado en la migración un futuro para ellos mismos, sus familias y el país.
Nuestra gente hace un dramático llamado de cambio, ¿lo vamos a tomar en cuenta o dejaremos que sigan gritando hasta que se desesperen más y sea esa frustración la que les guíe el rumbo que según ellos deba tener un país en el que o todos hijos o todos entenados?
Trump debe ser nuestra mejor motivación para cambiar.