Francisco Cáceres Barrios
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Con eso de que entra en vigor la eliminación del secreto bancario y por consiguiente más controles y jodarrias (como bien las llamaba don Clemente) para mejor contarle las costillas a los contribuyentes, hay que reconocer que sin lugar a dudas la gran mayoría de la población guatemalteca es honesta y cumplida de sus obligaciones, pues a pesar que los gobiernos han demostrado no serlo, menos transparentes o cumplidores de sus deberes, las filas de gente en los bancos y en las dependencias del Estado son cada vez mayores para cumplir con sus deberes tributarios, aunque no haya uno solo de sus integrantes que no se queje de la lentitud, la enredada burocracia, el tremendo papeleo y de la multitud de requisitos que cada día se inventan.
Pero si todo lo anterior va a servir para ser más eficientes, como para lograr aumentar la base tributaria que traiga como resultado el incremento de la recaudación ¡estupendo! Siempre y cuando tales medidas sean parejas o mejor dicho, sin excepción alguna, porque hay que ser sincero y hablar con la verdad, son poquísimos los que le guardan plena confianza al actual gobierno. Por ello es que todos dudamos y con sobradas razones, que de ahora en adelante los funcionarios de altos copetes van a estar fiscalizados diariamente para ver si, adicional al jugoso sueldo que perciben, no ingresan a sus cuentas bancarias comisiones, coimas, mordidas o como usted prefiera llamarlas.
Porque nadie discute el hecho que le entre más dinero al Estado para mantener, por ejemplo, los hospitales nítidos y flamantes, bien equipados, con las bodegas repletas de medicamentos y bien dotados del mejor equipo e implementos pero, si van a seguir en las deplorables condiciones que actualmente se encuentran ¿cómo van a poder encontrar a un ciudadano contento y satisfecho de estar cumpliendo con tanto papeleo, trámite y control para pagar sus impuestos y contribuciones?
No hay que dejar entonces en el tintero la satisfacción que hay que mantener en cada uno de los ciudadanos guatemaltecos después de haber cumplido con sus deberes. Esto se logra únicamente cuando vemos con nuestros propios ojos los beneficios que la población pueda recibir y la buena, como eficiente utilización de los recursos que el Estado obtiene de sus contribuyentes. Para lograr esto hay que empezar por ser transparente en todo el sentido de la palabra. El Presidente debe acabar de dar exoneraciones, los ministros no debieran hablar más de promesas o de aspiraciones, debiéndose concretar exclusivamente a informar de los resultados de su gestión, con realidades fácilmente comprobables y hechos palpables, así como demostrar que sus deberes y obligaciones están siendo cumplidas.