Juan Jacobo Muñoz Lemus

Muchos refieren revelaciones, producto de momentos impactantes de sus vidas; cuando iban a morir o al conmoverse con algo. A mí me pasa igual y lo quiero compartir.

Es muy difícil no estar confundido entre lo que se quiere, lo que se cree que se debería hacer y lo que se hace. La vida es como intentar ser cuerdo en un manicomio. Cuando voy en el tráfico, soy solo uno más de los atormentados; y aun así, tuve más oportunidades que la mayoría de la humanidad.

Debería estar prohibido prohibir, para que portarse bien no fuera la opción, sino ser uno mismo. Cada quien hace lo que puede, viendo los límites de cada cosa con mayor o menor humildad. Cualquier otra cosa es sabotaje, como forma de detener algo: emborracharse y ser vulnerable, o celoso para evitar vínculos, o dar discursos sabihondos que no saben nada. La intimidad cuesta; es un decir “me la jugué”, siempre dando un salto al vacío.

Yo mismo bebí un buen tiempo, porque no me gustaba lo que veía. Me criaron, descriaron o malcriaron dos personas que practicaron conmigo lo que creían que era válido o lo que les salía sin contención. Me tocó un lugar entre los hermanos y eso tuvo de bueno y de malo. Conocí el amor y la paternidad de cerca; lo considero un regalo inmerecido y retribuirlo me ha obligado a doblar las rodillas muchas veces.

Conocí mujeres normales; dos ojos, una nariz y una boca… ah y dos orejas. Muchas dijeron que si yo era un hombre tenía que ser un perro porque es lo que les pasa a los hombres. Mi profesor de filosofía en el bachillerato decía que construir silogismos aparentemente consistentes con premisas falsas era una falacia. La generalización siguió y ser hombre me hace perro.

Engañé y me engañaron, o tal vez nadie engañó a nadie sino que así son las cosas que pasan cuando todo está pegado con chicle; nadie se muere por uno. Alguna gente que dijo que me quería, cuando pudo o cuando sintió la necesidad, me apuñaló. Supongo que no era conmigo, ellos eran capaces de hacer esas cosas. Es seguro que yo apuñalé a más de alguno y lo habré justificado tanto, que ni siquiera lo tengo tan claro.

A veces lo bueno es que pase algo y lo malo es que pase, como la atención al aspecto, que no consigue lo que quiere conseguir, solamente lo que puede conseguir. Lo común debería ser estar solo y no acompañado, a menos que uno fuera individual, pero las matemáticas del alma son misteriosas e inexactas; y así, el amor se volvió algo cursi, y todos sufren por él, con historias y familias de todo tipo. Unas con dinero y otras no, pero siempre con tristeza, y gente poco eficiente para ser feliz.

Con mis anécdotas trato de no ser hiperbólico, así que no las llamo con palabras superlativas para que no se gasten en nimiedades. Algún día llegará algo increíble o grandioso y quiero llamarlo así, con palabras vírgenes. No quiero ser apoteósico con cualquier cosa.

Como no soy un genio, lo poco que sé, lo atesoro y lo vuelvo mi caballo de batalla; a veces al punto de distorsionar la realidad para acomodarla a mi momento psicológico. Eso porque vivo con varios mitos a cuestas. De todos modos, aunque algo no sea cierto, si está sucediendo en mí, es cierto. Ya no importo tanto ante mí mismo, pero importo mucho dentro de mí mismo. La identidad es algo íntimo, no público.

Los reclamos y reivindicaciones suelen ser cosas del ego y no de la conciencia. No hay tal iluminación, pero la oscuridad está llena de luz. Nada tiene sentido ya y todo tiene sentido ahora.

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