Juan José Narciso Chúa

¿Cuánto tiempo ha pasado desde el nacimiento de mi segunda hija?, sin utilizar la cronología, seguro que mucho, pero ha sido poco en velocidad. Los momentos de la vida pueden parecer durar poco, pero la trascendencia de los mismos resulta infinita, inacabable. Todavía la recuerdo envuelta en sábanas cuando salíamos del sanatorio en donde nació y ahora…

Recuerdo que para dormirla la ponía entre mi brazo y mano y cabía completita todavía, era pequeñita y se quedaba profundamente dormida y yo disfrutaba de tenerla tan cercana a mí.

Lucía Gabriela Narciso Contreras es el nombre de mi segunda hija, quien junto a Sofía Alejandra, Juan José y Jennifer Waleska, representan el racimo de vida más agradable que mi existencia me ha otorgado y hoy la Lucha me concede un nuevo espacio para la satisfacción, el orgullo y la felicidad como padre. Cuando esta columna salga publicada, significará que ya pude asistir al acto de graduación de la Lucy, en donde la Universidad Rafael Landívar le otorgará el título correspondiente a Mercadeo, en su grado de licenciatura. Vaya si uno como padre, no encuentra en estas etapas, una de las más grandes satisfacciones.

Quien iba a decir que aquella niña, juguetona y traviesa nos hizo felices con sus correrías, tocando todo, hurgando todo y moviendo todo. Tengo tan reciente la imagen de la Gabi, subida en una silla de la mesa del comedor frente a la estufa haciendo sus primeras incursiones en la cocina, que todavía hoy disfruta de esa habilidad. Otra postal que tengo de ella es sentada en la orilla de una banqueta pelando un dulce para posteriormente disfrutarlo a plenitud, mientras yo observaba todo el desenlace.

Tres travesuras fueron inolvidables también. Una vez, siendo prácticamente una bebé se subió por la escalera en donde trabajaban unos albañiles, con su pacha en una mano, fue un susto enorme. Otra vez, tendría un par de años, se subió al techo de la casa y cuando pasó su abuela le dijo: “aquí estoy”, rápido se subieron sus tíos para bajarla. La última fue que no la encontrábamos y al final me fui a la calle y ahí estaba riéndose, corrí, la alcancé y ya nos venimos juntos.

No se me olvidará nunca, que Lucía cuando le tocó su primer día de colegio, en lugar de llevarla personalmente, el bus pasó por las dos hermanas y únicamente recuerdo su mirada fija en mí y espantada por su primera separación del hogar, no puedo olvidar este pasaje. En el Suizo Americano la pude observar cómo iba haciéndose cada vez más abierta a las amistades, ya entabló relaciones más cercanas, como la Colocha, quien todavía hoy es una de sus grandes amigas.

La Lucha destacó enormemente en el atletismo, poseía una velocidad natural y fue seleccionada en esta rama del deporte por parte del colegio en competencias intercolegiales. Igual, nuestra común afición al básquetbol y en esos tiempos a los Chicago Bulls de Michael Jordan y Scottie Pipen, la llevó a jugar este deporte y me sentía emocionado de verla cuando lanzaba en jumping, todavía siendo pequeña.

Tuvimos la oportunidad de vivir en México, así como de tener una visita agradable a Europa, cuando ocurrieron estas dos oportunidades, yo vi en mis hijos un cambio en su perspectiva de vida, y Lucía Gabriela lo vivió con intensidad, pues recuerdo que una vez viendo televisión me dijo: “mirá que linda la Torre Eiffel” y yo le contesté afirmativamente, y ella añadió: “lo mejor es que yo ya estuve ahí”.

Cuando cumplió 15 años, le planteé la alternativa de fiesta o viaje, rápido me respondió viaje, pero el tiempo pasó y llegó a los 18 años cuando me sorprendió al decirme, ya tengo el viaje que quiero. Con esfuerzos pude satisfacerla, pues era una promesa y se fue a vivir a Suiza por un año, en donde pudo no solo disfrutar de vivir en Europa, sino consolidar su alemán. Lucía no era hábil con el dibujo, pues una de las cosas que reímos todavía, es que en la escuela en donde estudiaba en Suiza, la maestra se dio cuenta de esta dificultad, así que cuando tocaba dibujar, le decía a la Lucha: “Lucía haga lo que pueda”. Estando allá me pidió permiso para ir a Barcelona, en donde estaban sus primos y se fue a ver también un juego del Barcelona, a pesar que ambos somos aficionados del Real Madrid.

Hoy mi Lucía Gabriela concluye otra etapa en su vida, en donde empieza a enhebrar otro retazo de su futuro y su existencia, seguramente ella sabe que el porvenir es algo que se forja mano a mano, paso a paso. Que ese derrotero de la vida se construye día a día y que en su transcurso hay de todo, dificultades, satisfacciones, alegrías, tristezas y retos permanentes, mi hija sabe que siempre ha contado conmigo, como yo siempre cuento con ella y sus hermanos.

Adelante hija mía, salud por tu esfuerzo Lucha, salud por tu trabajo y tu dedicación, sin duda hoy como padre, disfruto de este momento de felicidad, que como podrás recordar en esta nota, ha sido tejido de inapreciables espacios de felicidad en común. Te amo hija mía, que Dios proteja tus pasos para siempre. Gran parte de mi lucha de vida, hoy es mi Lucha.

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