Ahora que vino el Secretario de Seguridad Interna (Homeland Security) de los Estados Unidos, John Kelly, Guatemala deberá hacer su mejor esfuerzo para nivelar la mesa de negociaciones al explicar lo que el país y los ciudadanos hemos sufrido como consecuencia de una lealtad formal de nuestro país hacia la nación más poderosa del mundo y, también, por los efectos de ser su patio trasero.

Hace casi dos décadas, el entonces presidente Álvaro Arzú, tuvo la arrogancia, como falso caudillo, sin pedir el Sistema Temporal de Protección (TPS) que les hubiera dado certeza y estatus legal a los ciudadanos guatemaltecos en un momento muy delicado.

Es una vergüenza que por las ínfulas de un obtuso presidente se haya condenado a tanto compatriota a la deportación e incertidumbre con que la población guatemalteca en Estados Unidos vive hoy en día.

En aquel momento, por el Huracán Mitch, sumado a la época final del conflicto armado interno, Estados Unidos facilitó ese privilegio. Pero aquel arrogante del caso Sas Rompich, Gerardi, Telgua, Campo de Marte, etc., hizo su berrinche pues, al fin y al cabo, él vivía cómodo en su casa.

Guatemala habrá tenido que platicar con John Kerry muchos temas que no son sencillos y que él conoce por su época como jefe del Comando Sur de Estados Unidos, ya que esta era su región y su área de acción.

Sabrá el General de la violencia que nos han dejado las guerras contra las organizaciones de tráfico ilegal de estupefacientes que utilizan nuestros países como sus bodegas para poder llegar a Estados Unidos a “empolvar” narices de por si blancas.

Sabrá de la polarización e intolerancia generadora de violencia que nos provocó desde 1954 la intervención de su país para proteger a la United Fruit Company.

Pero también tendrán que reconocer el aporte que hicieron nuestros migrantes en la crisis económica de la década anterior, cuando su mano de obra barata ayudó a la recuperación de la economía norteamericana.

Pero lo peor de todo es que Guatemala se quedó sin el TPS para nuestros compatriotas porque, arrogante, Arzú decidió que los guatemaltecos viviendo en Estados Unidos no lo necesitaban, seguramente pensando que todos vivían como su familia que se nutre con dinero del erario público desde hace años.

Nosotros siempre hemos sabido que Guatemala tiene que hacer mejor su trabajo con sus ciudadanos para que seamos una nación justa, con oportunidades y comprometida con el desarrollo. Eso, sin embargo, no nos puede quitar la cólera de que un inepto haya condenado a los migrantes.

Artículo anteriorEntender la migración como un drama
Artículo siguienteArtistas buscan construir monumento a Bowie en Londres