Lucrecia de Palomo

Dos escenas dantescas, entre varias docenas de terribles, pasaron ante nuestros ojos la semana anterior. Poco o nada se dijo de ellas en los medios de comunicación que acapararon la información de si Stalling llevaba o no peluca al momento de ser capturada o de cómo era peinada en el elevador. Sin embargo, desfilaron como ligeras, los asesinatos de dos madres con sus hijos, y si no es porque la Policía las twittea ni siquiera las hubiéramos conocido. ¿Cuál es la razón de nuestra superficialidad social ante lo importante?

Según mi opinión y conocimiento, desde el año 1990 inició una campaña y acciones para cambios en el sistema educativo y, en 1996 promovida por organismos internacionales y organizada por nacionales. Enfatizaron en cobertura y desarrollo del pensamiento crítico. Después de la firma de Acuerdos de Paz se procede a una cruzada publicitaria de apoyo a esas políticas y para principios del siglo, con dádivas, préstamos extranjeros y la estrategia de Pronade, se logra el 86% de niños en edad escolar inscritos en el nivel primario, llegando en 2006 al 92%. Así también se hicieron cambios bruscos en las metodologías de enseñanza-aprendizaje. Al parecer un éxito y hoy podemos ver resultados: los niños asisten, pero no aprenden, en las aulas se apiñan niños desnutridos y 2 millones y medio en edad escolar están fuera del sistema. Los recursos del Estado no llegan al aula. Se pone en relieve la calidad de la reforma que se busca.

La población antes de 1980, en las generaciones que no asistían a clases, aprendía por el sentido común y las experiencias, lo que cambió a partir de 1990 con la sistematización de la enseñanza en la escuela, el aprendizaje se hizo mecánico, basado en libros de textos, escasos o nulos. Ese sentido común indispensable para la sobrevivencia pasó a ser el menos común de los sentidos, el pensamiento cayó en un letargo. Se conformó con esta reforma una legión de personas dúctiles y con pocos conocimientos. Fue este el inicio para enmudecer, apaciguar y favorecer la implantación de los valores económicos y mundanos.

La instrucción dejó de tener relación entre teoría y práctica como, por ejemplo, la Teoría de Conjuntos nada que ver con las Teorías Sociales o la función de los números positivos y negativos y su valor posicional en el eje cartesiano, ninguna relación con la vida real o la necesaria descomposición de un número (mcm) para encontrar su origen; ajeno totalmente a la búsqueda de solución de problemas de la vida diaria. Toda una ciencia deductiva pasó a una mecánica sin sentido ni uso, por tanto no permite organizar un pensamiento razonado.

Una reforma educativa, donde se dejó de enseñar y formar en el estudiante las normas de los juegos sociales, del mundo y sus problemas. Nada de casualidades. Según yo es todo un plan, no hay más que ver el camino recorrido y no queda la menor duda de sus resultados; lo que hoy vivimos socialmente se construyó en gran parte en las aulas –por arquitectos e ingenieros foráneos- desde hace más de medio siglo en escritorios donde no se habla el español.

¿Hay vuelta atrás? Sí, se debe enseñar a pensar a nuestros niños y juventud, volver a formar a líderes nacionales positivos como los que dieron lustre a nuestro país en el pasado; aquellos normalistas e instituteros que al llegar a las aulas universitarias fueron profesionales de servicio o trabajadores éticos y capaces. Se deben recobrar los conceptos básicos que lleven a la comprensión de lo que es un conjunto social, el valor de lo negativo y positivo para la sociedad, que las operaciones matemáticas vuelvan a tener sentido en las aulas. Se debe entender que el origen donde se encuentra el equilibrio social, en ese eje cartesiano de la vida, así como el mcm de cualquier problema de nuestro diario vivir es Dios. Volvamos a dar el sentido correcto a las cosas, en donde la vida humana sea más importante que una peluca.

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