Estamos en un momento coyuntural muy serio para el país en el que se determinará si habrá o no reforma al sector Justicia por medio de una transformación verdadera o maquillando el mismo sistema con que se ha construido el imperio de impunidad, y cuando se vive una ola de violencia en extremo sospechosa y otros hechos que vienen a complicar el panorama.
Sobre el tema de las reformas, hemos sido muy claros al plantear nuestras dudas sobre el papel del Congreso y la manipulación que se le ha dado, tanto de forma como de fondo, al documento técnico para terminar siendo como las de la ley Electoral y de Partidos Políticos, cambios que afianzan el sistema en lugar de modificarlo.
De lo que no nos puede quedar duda, es que Guatemala sigue siendo tan polarizada y radical como siempre. Al colocar el tema de la jurisprudencia indígena, inmediatamente se partieron los bandos y se coloreó la reforma dejando de lado los argumentos técnicos para abrazar los temores que les genera a muchos la inclusión en vez de la sumisión.
También en estos días, se ha iniciado la reducción de los patrullajes militares que se llevan a cabo en apoyo a la Policía Nacional Civil, pero que no es la función original del Ejército que, por cierto, cobra por dichos patrullajes una alta cantidad al Ministerio de Gobernación.
Justo cuando empieza esta desmovilización, que será en tres etapas durante este año, se genera una “sospechosa” ola de violencia hacia blancos estratégicos para la generación de temor dentro de la población.
Es evidente que hay algún interesado en que la población tenga la percepción de un ambiente de inseguridad y temor. Lo curioso del caso es que se junten los momentos en que ambas cosas suceden. ¿Será casualidad?
En otro tema, como sociedad vimos el silencio ante el asesinato de dos menores de edad, Oscar Armando y Carlos Daniel, sin que hubiera la condena contundente que nos demuestre que tenemos no solo los principios, sino que también la dignidad para plantarnos ante acciones irracionales y brutales.
Es inaceptable que hechos de violencia de este tipo sigan sucediendo, pero es peor que como comunidad y como sociedad no seamos capaces de mostrar nuestra indignación para evitar que vuelva a suceder algo tan espantoso.
Es una coyuntura muy complicada en la que se encuentra el país e, indudablemente, se debe a muchas mentes macabras que siguen influyendo dentro de esferas de poder real o paralelo que intentan, a toda costa, evitar que les arrebaten el control que tienen sobre el Estado.