Marco Tulio Trejo Paiz

El Gobierno de la República tiene varios retos referentes a los graves problemas que afronta desde épocas no tan lejanas, referentes a diversas situaciones que afectan a nuestro infortunado país.

Ahora voy a comentar brevemente la mencionada situación imperante, no sin desear que por lo menos se empiece a tratar de dar adecuada solución a dicho lastre que arrastra esta empobrecida patria nuestra.

Son diversos tales problemas que detienen el progreso de este patio del istmo centroamericano, donde impera la delincuencia organizada, la corrupción casi generalizada, la violencia que suscita luto, dolor, lágrimas y la ruina de millares de hogares que necesitan las vitales provisiones de numerosas familias que viven en condiciones casi infrahumanas.

Paso ahora, sin más preámbulo, a explicar las barbaridades que ignoran y que se cometen contra tirios y troyanos en las calles a toda hora del día y de la noche.

Los delincuentes -mujeres y hombres- están causando grandes perjuicios a muchos compatriotas; esos desenfrenados malhechores se hacen pasar como vendedores callejeros; mas, no son sino peligrosos ladrones desalmados que, con artimañas, narcotizan a las mujeres y a los hombres con diabólica astucia y los drogan para dejarlos inconscientes.

Las ofertas que hacen a los afectados, con los que se contactan a cualquier hora, son varias y, para causar buena impresión, se presentan bien vestidas, repartiendo sonrisas hasta sardónicas con la finalidad de que las personas les respondan encuestas para robar información que solicitan para cometer sus fechorías: regalan gaseosas, perfumes y lociones. También ofrecen lecturas y hasta obsequian peteretes (léase golosinas), todo empapado con droga. Y los potenciales “clientes” pronto caen profundamente dormidos en los brazos de Morfeo…

A quienes caen en las trampas bien drogados, “los delincuentes callejeros” (que deberían ser capturados y encarcelados), son llevados a lugares predeterminados o a moteles para robarles pertenencias; en algunos casos hasta termina en violaciones, pero por lo regular sustraen billeteras, relojes y otros objetos de valor. Finalmente, los abandonan bien drogados y desnudos a lo Adán y Eva…

Juan Pueblo ¡prefiere hacer chitón!!!…

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