Juan Antonio Mazariegos G.

El matutino Prensa Libre, en su edición del día domingo recién pasado, publicó un interesante artículo sobre las estadísticas de inscripciones de personas en carreras universitarias en el país y dentro del mismo destacaba que las mujeres en Guatemala habían sobrepasado en número a los hombres inscritos en las aulas de las distintas carreras universitarias y casas de estudios superiores.

No es posible negar la desigualdad de género que en el pasado se dio en el mundo de manera general y en Guatemala en particular, el derecho al voto, el acceso al crédito, la diferencia de remuneración en igualdad de cargos, el confinamiento al hogar, la violencia de género, el subempleo y otro sin fin de barreras y obstáculos se han interpuesto entre la mujer y su derecho a la igualdad con sus pares masculinos y lamentablemente continúan vigentes en muchas realidades a las que se enfrentan las mujeres hoy en día.

Ya no es extraño para muchos de nosotros, tratar con excelentes profesionales, ejecutivas, trabajadoras, comerciantes o mujeres en general, que en la labor en que se desenvuelven, se desempeñan en sus puestos de trabajo o quehaceres diarios en iguales o mejores condiciones que los hombres. Sin duda, los avances han sido notables, tal y como lo refiere la nota con la que se inicia esta columna, pero lo mejor de todo es que la nota tiene un trasfondo superior, el incentivo para asistir a las aulas y superarse no proviene de otra fuente que no sea el genuino interés en prepararse, seguras de que no será fácil buscar un espacio en el mundo competitivo en el que hoy vivimos, más allá del género al que se pertenezca.

El haber tomado la delantera en la matriculación para carreras universitarias terminará conformando promociones nuevas de profesionales en las que también serán mayoría las mujeres y la igualdad llegará tarde o temprano. El reto para el país radica en que esa igualdad que hoy se vive dentro del reducido grupo de personas que tiene acceso a las aulas universitarias se expanda hacia otras realidades menos afortunadas, en donde día a día las mujeres son víctimas de abusos, violencia, explotación o menosprecio por su calidad de féminas. Así como hay estadísticas alentadoras, hay otras que no lo son, existen miles de niñas embarazadas cuando apenas empiezan a vivir o que son abusadas o explotadas, ellas también merecen una oportunidad y el derecho a desarrollarse. La igualdad debe de ser un objetivo general y para todos los ámbitos, la educación es una vía para lograrla y las muchas mujeres así lo han entendido y ejecutado.

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