Edgar Villanueva
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Esta semana tuve el gusto de viajar, por motivos laborales, a Puerto Barrios, Izabal, la “Tierra de Dios”. En el camino tuve que detenerme en varias partes de la carretera que están en construcción, y una vez se abrió el paso, sortear con paciencia las eternas filas de cabezales que se conducían al puerto. Fueron seis largas horas hasta Puerto Barrios, según dicen algunos, no me fue tan mal.

La mayor parte de la carretera al Atlántico consta únicamente de un carril en cada sentido, con la excepción de algunos trayectos en donde la carretera se amplía a tres o cuatro carriles en total. Por sus dimensiones y la intensidad del tráfico, la carretera es insuficiente para permitir un tránsito fluido y agrava la situación la cantidad de casas y comercios construidos a la orilla de la carretera. Este escenario nos permite asumir que no será fácil construir una autopista de primer mundo para conectar el Océano Pacífico y el Atlántico en Guatemala.

Por de pronto, construimos para mañana e ignoramos las señales que nos envía la congestión vehicular sobre la necesidad de ampliar algunos trayectos para facilitar el tránsito de bienes y personas. Esperamos con la mano abierta la dudosa cooperación de algunos países para ir construyendo “tramos” e inauguramos las obras como si fueran a proveer soluciones integrales. Tampoco impulsamos las alianzas público privadas de manera adecuada y carecemos de una visión estratégica y de largo plazo sobre el tipo de infraestructura que necesita nuestro país.

Esta situación también se replica en otros ámbitos como la educación. Dedicamos nuestras energías a lidiar con el sindicato de maestros en lugar de diseñar y gestionar la educación de nuestros niños para que puedan enfrentar los desafíos que tendrán en veinte años. Pensamos que una buena negociación del nuevo Pacto Colectivo del Magisterio va a borrar de las clases a los niños con desnutrición crónica, a los maestros mal preparados y que repondrá, de un soplo, la infraestructura en ruinas que tenemos.

Y lo mismo hacemos con nuestras instituciones. Queremos justicia, pero no dotamos adecuadamente los presupuestos del Organismo Judicial y del Ministerio Público. Nos enfocamos en el funcionamiento sin aportar un centavo a la inversión en capital humano y tecnología. Por lo tanto, seguimos teniendo funcionarios sin la preparación necesaria para llevar a cabo la función pública y con sistemas arcaicos de gestión que únicamente detienen el desarrollo.

Hasta que no tengamos visión estratégica y de largo plazo no saldremos de esta adolescencia democrática por la que estamos pasando. Sin la certeza que invertir al futuro nos traerá mejores resultados, no podremos construir la Guatemala del futuro. Mientras pensemos en ampliar un carril en lugar de construir una autopista, mientras no exijamos mejores credenciales profesionales a los maestros a cambio de un mejor salario y mientras prefiramos la impunidad a la aplicación de la ley, estamos condenados al subdesarrollo y la pobreza.

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