Eduardo Blandón

Amigos malandrines.  Eso es lo que son, tanto el flamante presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, como el autoritario megalómano, Vladimir Putin.  Amigos que empatan por conveniencia, involucrados en una relación frágil, construida con un material que no garantiza la permanencia en el tiempo.

Hoy se defienden mutuamente y más parecen Hermanas de la Caridad.  Fijémonos, por ejemplo, cuando recientemente en una entrevista con Bill O’Reilly, Donald Trump relativizó la violencia del Kremlin contra sus enemigos políticos y la prensa.  El magnate inmobiliario fue preguntado por qué respetaba a Putin, si era (es) “un asesino”.

“Hay muchos asesinos, respondió, muchos asesinos… ¿te crees que nuestro país es tan inocente?”.  El periodista sorprendido por un nuevo episodio de incoherencia e improvisación, le dijo, “no sé de ningún líder del Gobierno de nuestro país que fuera un asesino”.  Pero Trump no reparó ni sacó la pata, más bien continuó: “Echa un vistazo a lo que hemos hecho. Hemos cometido muchos errores, yo estuve en contra de la guerra de Irak desde el principio”. “Murió mucha gente, hay muchos asesinos por ahí, créame”.

Aclaremos.  No es que en este caso no tenga razón el bocaza de la Casa Blanca.  Lo que sorprende es el grado de cercanía y complicidad de Trump con Putin.  Amistad que a muchos les produce tanto pavor como sospecha.  Por ello, la especulación creciente que induce a toda clase de teorías conspirativas que tratan de explicar ese maridaje extraño que vemos hoy.

La pregunta de muchos la sitúan en el tiempo: ¿Cuánto les durará la luna de miel? Una amistad pegada con moco, ¿no estará condenada al deterioro en virtud de las malhadadas circunstancias?  Yo diría que sí.  Aunque hay que decir que no conocemos las razones que unen a los tórtolos.  Dependiendo de ello, se podría pronosticar si tal love story tiene rango hollywoodesco.

Por ahora, dejemos que las agencias de inteligencia de los Estados Unidos investiguen el idilio.  Ya descubriremos la causa por la que Rusia trató de influir en las elecciones que ganó Trump.  Ya nos enteraremos porqué tanta defensa oficiosa del magnate norteamericano a favor del autoritario (asesino), Vladimir Putin.

Artículo anteriorUna brasa en el Congreso
Artículo siguienteLos Derechos de los compatriotas migrantes