Es muy triste para Guatemala que se sepa dónde han metido las manos los actores políticos y que con esas mismas manos sigan haciendo el papel de representantes de la ciudadanía.

Específicamente, sabiendo que los diputados se han prestado a tantas cosas como el poner precio a sus votos en, entre otros, el Caso Odebretch, a repartirse el Listado Geográfico de Obras donde está la verdadera plata con que se enriquecen, además de las presiones contra los funcionarios para emplear a todos sus allegados.

Por otro lado, la Corte Suprema de Justicia en esas sesiones para elección de presidente con la que se está esperando el 9º. voto con el que se le dará el aval al grupo que Blanca Stalling, Patricia Valdés y sus aliados consiguieron el control de dicho organismo para manejar y manipular las decisiones a su antojo.

Pero lo mismo pasa también en el ejecutivo donde algunos grupos se están moviendo para generarle al presidente Morales grandes crisis y después plantearle las soluciones para quedar como héroes.

Son muchos los ejemplos de quienes se dedican a generar la incertidumbre y los temores en el mandatario para que, aprovechando sus angustias, tome decisión de apoyo a algunos sectores y de presión hacia otros. Es la forma normal de operar de las cúpulas y/o las roscas.

En tanto, nos damos cuenta que están metiendo las manos en los temas más delicados porque se encuentran intimidados por los avances que el Ministerio Público y la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala vienen demostrando.

En algo tiene razón la presidenta interina de la Corte, Patricia Valdés, cuando dijo que el Partido Patriota y Lider la eligieron a ella y a todos sus compañeros. La diferencia es que muchos nunca denunciaron el sistema y se prestaron a ser los guardianes de los intereses de quienes han controlado, no solo magistrados, sino que también a diputados y hasta presidentes.

El problema del país es que las manos las tienen metidas los poderes que han secuestrado el sistema para que opere en beneficio de los mismos grupos siempre. Y la sociedad lo ve, lo nota y se calla.

Igual pasó cuando los diputados y Jimmy Morales podían reformar profundamente la ley Electoral y de Partidos Políticos, pero decidieron que no se debía hacer una reforma real al sistema de financiamiento de partidos políticos. Se taparon con la chamarra porque saben que no podrían volver a hacer política ni ganar una elección si se verifica de dónde vienen sus aportes.

Y, por eso, el poder queda en las manos equivocadas.

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