René Arturo Villegas Lara
Sin llegar a esa enfermiza manía de guardar cosas simplemente por guardar, es gratificantes desempolvar viejas revistas: La Hora Dominical, LIFE, Visión, En Guardia, Biliken o Crónica, etc. Pues nos transportan al añorado pasado; y también los cuadernos que uno utilizó en la primaria y en la secundaria. Ordenando libros y papeles me encontré con mi cuaderno de Matemáticas Tercer Curso, que en verdad era de geometría, impartido por el recordado maestro don Quique López Arriaza, en el tercer año de la carrera de magisterio en la recordada Escuela Normal Central para Varones, la de Pamplona y en el corazón de La Aurora. Como cosa rara de este cuaderno es que tiene nombre: “El Quijote”, de 80 páginas. No cabe duda que yo era cuidadoso de la integridad de mis cuadernos, pues este, al que me refiero, conserva intactas todas sus páginas, aunque deterioradas por el paso del tiempo. Se inicia en la primera página con datos y rostros de personajes históricos: Fernando VII, Rey de Castilla y fundador de la primera universidad española; Pedro de Alvarado, conquistador de Guatemala; C.M Alvear, caudillo de la independencia argentina; Amón, Dios egipcio del Sol; Miguel Luis, notable literato chileno, entre otros. En la hoja final trae unas láminas de animales de estas tierras: Mirmecobio, que quien sabe dónde habita, un perezoso, un cuervo, un armadillo o pangolín, que para nosotros, algunos de ellos, eran desconocidos. Pues bien, don Quique tuvo que hacer milagros para que yo entendiera todo eso de los teoremas, líneas en la circunferencia, medidas de ángulos y arcos, ángulo seminscrito, en fin, cuantas cosas que no estaban dentro de mis posibilidades vocacionales. Pero, que sirven, sirven. Los teoremas estaban numerados, por lo menos así nos los enseñaban, y destacan el de Pitágoras, que decía: “En un triángulo rectángulo el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los catetos”; y luego están una serie de demostraciones que ignoro qué quieren decir. Años después, estudiando Filosofía, me vine a encontrar que en el plano de la ontología, Pitágoras decía que todo se basa en los números y que el número es el ser de todo, aunque también el agua. Hasta los trastos de la guitarra están separados numéricamente, de lo contrario no dan las notas. Y luego venían las dificultades: “¿Cuántos ladrillos de cemento de veinte centímetros cuadrados se necesitan para cementar una habitación de 6 metros de largo por 3.15 de ancho?”. Así, uno se creía ingeniero topógrafo. Y vean lo que son las cosas: cuando ejercí mi profesión de notario en Chiquimulilla, acudían clientes a vender terrenos de forma irregular, de manera que era complicado saber el área superficial que se estaba negociando. Entonces salía a relucir lo que nos enseñó don Quique, en materia de geometría plana y con un poco de esfuerzo se llegaba a establecer el tamaño aproximado del inmueble gracias al curso de geometría que recibí en la Escuela Normal, según la enseñanza de antes. Por supuesto que siempre sobraban alguna hojas de los cuadernos y en este al que me refiero, también aparecen algunos intentos de poemas que ahora dan risa; o se aprovechaban para notas de otros cursos porque tengo anotaciones de canto y música, en donde consta, según palabras del profesor don Antonio Vidal, que el Saxo fue inventado por Rafael Xax, músico belga, en 1845. Por lo menos supongo que así lo dijo el profesor porque el dato consta de mi puño y letra. Y de perdida, espulgando papeles, apareció el cuaderno de ciencias naturales de primer año, 1953, impartido por el recordado médico Héctor Nuila Arreaga. En la primera lámina esta dibujado, por mi propia mano, un microscopio, el primer tema del programa. Y don Héctor dijo que nos iba a enseñar cómo eran y se movían los espermatozoides. Entonces pidió un donante anónimo que dejara los suyos en la gaveta de escritorio utilizando un frasquito, para observar al día siguiente. Como en la clase éramos como cuarenta alumnos, el doctor Nuila no hallaba esa mañana que muestra tomar, porque en la gaveta aparecieron cuarenta frasquitos. ¡Qué felices recuerdos por haber guardado mis cuadernos!