Cuando la Corte Suprema de Justicia está estancada en un impasse para la elección de presidente, es obvio que los grupos oscuros y los poderes paralelos que eligieron a Patricia Valdés, bajo la dirección de Blanca Stalling, se han quitado la máscara.

Resulta que la señora Valdés, cuestionadísima y entusiasta de los opositores a la lucha contra la impunidad, no cuenta ahora con ese voto decisivo de la “enferma” Stalling para conseguir la mayoría con la que pueden volver a elegirla a ella o, como sucedió ayer, buscar que sea electo Nery Medina Méndez.

El simple hecho de que el sistema judicial guatemalteco cuente con una persona como Medina Méndez como juez y magistrado, puede ser la explicación más sencilla del por qué nuestro país fue durante décadas el reino de la impunidad. Este señor no debiera, nunca, estar siquiera cerca de una judicatura y el simple hecho de proponerlo como su candidato, es la demostración de la peor desfachatez del grupito este que representa a todas las mafias habidas y por haber.

Pero lo peor, es que esta gente se puede dar el lujo de pavonearse con sus ínfulas y aspiraciones, cuando una sociedad con sangre de horchata como la guatemalteca se los permite en un momento tan trascendental para el futuro de la nación.

La guerra entre “el bien y el mal” que está cantada, no permite siquiera la inacción. El no hacer nada, termina siendo colaborar con las estructuras que utilizan la apatía, silencio, pasividad y tolerancia de la ciudadanía para mantener la estructura del secuestro institucional para favorecer la impunidad y, con ello, la corrupción.

Parte del problema del silencio social puede ser un sentimiento de complicidad cuando se analiza que un buen porcentaje de la población urbana y generadora de opinión, ha sido parte del problema en los mismos hechos que ahora se destapan. Evasión fiscal; el uso de un “cuate” que le consigue el contrato; negocios con el Estado mal hechos, pero bien cobrados; favores políticos para exoneraciones presidenciales, etc. Muchos han sido los beneficios que se reparten y, aparentemente, silencian a una sociedad que pasivamente se deja someter por el sistema.

La única opción es enfrentarse a estos descaros y desplantes de los poderes que en el Congreso, el Ejecutivo y en la Corte Suprema de Justicia, nos quieren imponer el sistema con el que estamos condenados al beneficio de unos pocos y la desgracia de la mayoría.

Nery Medina, Patricia Valdés, Elizabeth García Escobar, Sergio Pineda, Néstor Vásquez, José Pineda Barales, Josué Baquiax, Vitalina Orellana y Blanca Stalling. Los nueve magistrados que se quitaron las máscaras.

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