Edith González

Un ciego no vive en la oscuridad
José Feliciano

A quien hace sesenta y cinco años llegó al mundo en una casa de bajareque y hoy posee un imperio que si bien ha creado con su esfuerzo y arduo trabajo diario no le pertenece más que a los ochocientos colaboradores con que cuenta, pues son ellos los que luego de haber recibido sus bendiciones, ahora siguen su ejemplo y sus pasos por caminos, río, montañas y donde sea necesario actuar para salvar una vida, bajo el lema: somos las manos y los pies de Jesucristo, quien nos guía para ayudar a quien lo necesita. Y él, sueña, realiza y opina: “si amas el lugar y amas lo que haces, esta es tu casa. Sus lemas son: Somos apasionados. Somos fuerza material.

Don Carlos, quien a los 16 años, huyendo del enfrentamiento armado, partió de su casa sin más que la ropa que llevaba puesta y el alma en un hilo logró salir adelante y crear una empresa exitosa económicamente en el extranjero, con la que creía había resuelto su vida, sin embargo luego de 20  años, una terrible enfermedad le postró en cama, por lo que viéndose muy mal de salud decidió regresar a su tierra natal en Guatemala, a entregar su alma al creador.

Sin embargo otros serían los designios de Dios, cuando un anciano ciego llegó hasta su lecho y le pidió ayuda. ¿A él, que no podía ni mantenerse en pie?… Fue entonces cuando comprendió que  aún no era su momento y que si por 15 años estuvo en la iglesia creyendo que servía a Dios, ahora entendía  que  fue todo lo contrario, pero que en adelante dedicaría su vida al servicio del necesitado, porque si bien dice: no soy religioso, si soy cristiano, dedicado a la obra de Dios.

Decidido a recuperarse, lo que logró seis meses después, compró un terreno en donde iniciaría su nueva vida con un proyecto que, según dice, nació en el corazón de su esposa Cheril como “EL HACEDOR DE SUEÑOS” como le  llaman muchas personas que han recibido  su ayuda y muchas otras que conocen su obra.

Esta semana don Carlos Eduardo Vargas, fundador del proyecto “ESPERANZA DE VIDA” fue agasajado en el complejo de edificios que inició con un asilo para ancianos y que en la actualidad reúne:  escuela, hospital, centro para niños con discapacidad, aldea, casa de transición, complejo deportivo, auditórium, centro para personas con enfermedad mental y más, mucho más, además del cariño de sus colaboradores, muchos de los cuales años atrás fueron rescatados de una vida ingrata y dolorosamente vulnerable y en esta ocasión opinaron: “para él no hay sueños grandes, ni pequeños, sólo sueños, se esfuerza cada día por cumplirlos y hacer feliz a alguien.” “Su familia querría estar con él pero él hoy está aquí con nosotros. Sabemos que ha sacrificado muchos días especiales porque su pasión y su corazón están aquí en Guatemala, en Esperanza de Vida”.

El alcalde de Jocotán Chiquimula, José Fernando Carrera Franco, expresó: Con don Carlos, Dios ha puesto una luz en el camino de los guatemaltecos, un sueño no vale sino se realiza y él ha realizado los propios y los de miles de personas a quienes ha ayudado.

Larga vida para don Carlos, en beneficio de nuestro país, porque son personas como él las que merecen ser conocidas y reconocidas, porque como dice: “El silencio de los buenos destruyó nuestro país”.

Artículo anteriorLa travesía del poeta Carlos Zipfel
Artículo siguienteLey, pisto o pistola