En Guatemala no entendemos quiénes son las verdaderas víctimas y andamos compadeciendo a los victimarios, pasando por alto a los que de verdad sufren por los diversos crímenes y por la corrupción.

“Pobre” Blanca Stalling, por el dolor que sufre por su hijo; Otto Molina, quien está en la cárcel acusado de ser parte de una estructura dedicada a enriquecerse con negocios corruptos en el IGSS. ¿Será la patrona de los títeres de la Corte Suprema de Justicia una víctima? Nos olvidamos que la corrupción del Seguro Social cobra vidas de verdaderas víctimas.

Los diputados son víctimas, como dijo Javier Hernández, de FCN Nación, de las presiones en casos como la denuncia contra su compañero acusado de asesinato. ¡Pobre diputado, lo denuncian públicamente solo por ser sospechoso de haber matado a dos periodistas! Según Hernández, todo esto puede ser para chantajearlos al conocer el caso de la señora Stalling. Los periodistas asesinados dejan de ser las verdaderas víctimas.

En El Cambray se sufrió una de las peores tragedias que hemos vivido en Guatemala y ahora una exfiscal que no hizo su trabajo, para lanzar su campaña dentro de una de las planillas que se dicen “honestas” y que buscan ganar la guerra entre mafias en el Colegio de Abogados, quiere victimizarse por haber sido despedida. ¿Hizo su trabajo? Hay evidencias que dicen lo contrario y dejó en el aire a las verdaderas víctimas.

Con TCQ, avanzan asustando con el petate del muerto por falta de recursos y urge que empiece a operar el corrupto negocio. “Pobres” inversionistas que están perdiendo luego de haber entregado la suculenta mordida de 30 millones; el crimen sale sobrando cuando se habla de dinero contante y sonante.

Igual pasa en el caso de Samuel y José Manuel Morales. Ahora son víctimas ellos que están presos por defraudar al Estado “apenas” con unos cuantos cientos de miles de quetzales. ¿Alguien se acuerda de Maycol David Morales? Aquel bebé que murió en la banqueta sin atención de un sistema de salud al que le urge recursos. ¿Qué Morales es más víctima? ¿La familia presidencial o la del bebé?

Dejemos de ser un país de víctimas y aprendamos a condenar a quien lo merece. Generalmente somos un país de intolerantes, pero sorprende que cuando se trata de casos como los mencionados, nos volvemos extraordinariamente tolerantes y nos mostramos compasivos, olvidando que todos los crímenes dejan víctimas, tanto los violentos como los de corrupción, y no tenemos el menor asomo de compasión y solidaridad con quienes sufren como resultado del saqueo del Estado.

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