Es muy complicado que un país pueda impulsar políticas serias cuándo el populismo es su programa de gobierno, ya que esto lo lleva a proyectar situaciones que no tienen el respaldo de la lógica, la viabilidad o la verdad.
La actitud del actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es esa. Ayer firmó una orden ejecutiva para empezar con la construcción del famoso “muro” y hasta proyectó la idea en su discurso de que México se puede beneficiar porque el principal problema son “los centroamericanos”. Pero en su discurso y en entrevistas anteriores dijo que México pagará por él sin que haya una propuesta al menos de cómo.
El mismo presidente Enrique Peña Nieto, sumido en sus propias crisis políticas, necesitará plantarse ante tal idea por la “dignidad de México”, para evitar que su mínima aprobación popular termine por desaparecer. Es más, si se enfrenta a Trump, podría colocarlo como un enemigo más grande para que sus ciudadanos orienten su enojo, desprecio y hasta la culpa de la crisis económica.
Ha mentido Trump cuando dijo que sus oficiales de inteligencia le han pedido que vuelvan a utilizar la tortura, cuando quienes dirigirán el Departamento de Defensa y la Agencia Central de Inteligencia, han dicho en sus audiencias ante el Senado que no lo apoyan y no lo harían por considerar que atenta contra los más básicos derechos humanos.
Y es una soberana mentira, utilizada para mantener su ego, que haya ganado el voto popular. Le guste o no le guste, Hillary Clinton obtuvo más votos y no es presidenta al perder el Colegio Electoral. Cuestionar esos resultados es como dudar de si Trump obtuvo realmente los votos para ocupar la Casa Blanca.
No digamos lo que ha comentado sobre las ciudades “Santuario” sobre lo que ya han salido autoridades locales desmintiéndolo o sobre “Obamacare” que dijo que reemplazará con algo mejor sin tener idea, ni presentar un plan de qué ni cómo. El fin de semana mintió al decir que en su acto de juramento hubo más gente que en todos los anteriores.
El trabajo de un presidente no es intentar ser más popular o mantener intacto su ego. Recordemos que Trump mintió al decir que Obama no era estadounidense y luego mintió al decir que él nunca sugirió tal cosa. Mintió sobre la forma en que se refirió a las mujeres y simplemente parece ser un mentiroso patológico a quien su base electoral todo perdona y eso lo incita a mentir más.
En Estados Unidos muchos están sorprendidos por algo que, aquí en Guatemala, ha sido la eterna historia del poder.