Isabel Pinillos
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Todo pinta a que hoy inicia un tsunami. Trump anuncia sus medidas antimigratorias, y aún veo que Guatemala se encuentra sin salvavidas, sin planes de fondo a la vista, afectando las vidas de millones de guatemaltecos.
Por su parte, nuestro vecino mexicano, toma control para montar su ofensiva y alinear sus alfiles para el escenario que ahora se presenta. Como primera movida, Peña Nieto nombró como Canciller a Luis Videgaray, su asesor cercano y exsecretario de Hacienda, quien en agosto pasado, fue el mismo que orquestó la visita de Donald Trump con pompas de jefe de estado. Esta invitación enardeció al pueblo mexicano, lo cual obligó a Peña a destituir a Videgaray de su cargo. Sin embargo, tras el triunfo de Trump, Videgaray fue reivindicado y como premio fue nombrado como Secretario de Asuntos Exteriores (Canciller).
La segunda movida, la hace el ahora nombrado Canciller Videgaray, con la remoción del embajador de México ante Estados Unidos, Carlos Sada, un cónsul de carrera con más de veinte años de servicio y quien ha trabajado estrechamente a favor de la comunidad mexicana en ese país. Pero ¿por qué habría de sustituir a quien mejor preparado estaba para atender a la comunidad migrante? El nuevo embajador será el economista Gerónimo Gutiérrez, quien actualmente funge como Director del Banco de Desarrollo para América del Norte (BDAN). Se anticipa que sus conocimientos comerciales serán esenciales para la negociación del NAFTA con Trump, quien ha expresado su intención de exterminar dichos tratados por completo.
Estos dos nombramientos dan muestras de que para México la agenda comercial es prioridad sobre los migrantes mexicanos, no digamos de los centroamericanos que cruzan sus suelos. Además, es un país con una alta identidad nacional, que aún resiente aquellas palabras que Trump les dedicó: “criminales, violadores, narcotraficantes”. La estrategia del nuevo Canciller va por el camino de enseñarle geografía al nuevo Presidente de Estados Unidos, y explicarle que de los 500 mil que cruzaron irregularmente la frontera en 2016, sólo 80 mil fueron mexicanos.
Según el medio digital Proceso.com, el lunes Videgaray aseveró que, desde 2014, el número de “ciudadanos no mexicanos (…) que cruzan el territorio nacional para tratar de llegar a Estados Unidos ha aumentado de manera significativa”. Por lo tanto, añadió, “Estados Unidos y México hoy comparten un problema y comparten un interés para resolver juntos esta compleja dinámica de flujos poblacionales”. La alianza entre México y Estados Unidos para combatir la migración irregular comenzó en 2014 con la implementación del Programa Frontera Sur, cuando México se convirtió en un muro vertical para impedir el ingreso de centroamericanos, lo cual se reflejó en el aumento de deportaciones desde ese país, y su disminución desde EE. UU.
Ante estas acciones de la cancillería mexicana, activistas promigrantes en México ya expresan su preocupación por los centroamericanos, al considerar que serán usados como “moneda de cambio” para renegociar NAFTA con su aliado comercial más grande. http://www.proceso.com.mx/471438/mexico-usara-migracion-centroamericana-moneda-cambio-trump-alerta-activista)
La falta de una política migratoria propia nos dejó a la deriva. Para tapar esa deficiencia, Guatemala buscó refugio en México tras la victoria de Trump, situación delicada pues ellos ya tienen suficiente en su plato, además de una larga historia de velar por sus propios intereses, por encima de los nuestros. Para los centroamericanos, se avisora endurecimiento del Programa Frontera Sur y de las políticas migratorias. El presidente Trump decretó anoche a través de un tuit que: “mañana se empieza a construir el muro”. Las proféticas plagas comienzan a tomar forma, mientras las familias migrantes se encuentran totalmente desprotegidas.