Isabel Pinillos – Puente Norte
ipinillos71@gmail.com

El desaliento que generaba un 2017, con la nueva Junta Directiva en el Congreso de la República, y la era presidencial de Donald Trump en Estados Unidos, comienza a ser realidad.

Bajo un llamado a la transparencia que es producto de los esfuerzos de la CICIG y el MP a partir de 2015, la elección de la nueva junta directiva fue altamente cuestionada, pues se realizó a puertas cerradas desde el Ejecutivo, colocando en grave peligro la independencia debida entre los poderes del Estado. Se burló además, la función fiscalizadora por parte del Legislativo. Los avances en transparencia que dieron esperanza bajo la presidencia de Mario Taracena, hicieron un retorno hacia el ostracismo de la política prehistórica, en donde se ve claramente la intención de seguir cooptando el Estado.
Por un lado, tenemos la bancada mayoritaria en el Congreso de FCN-Nación, que no nació por elección popular, sino por un engendro del transfuguismo de los extintos Lider y Patriota, a inicios del año pasado. Son éstos quienes ahora nombran a las comisiones encargadas de la propuesta y discusión de leyes que afectan a los ciudadanos. Además proponen los nombres de quienes representarán las instituciones donde fluyen millonarios presupuestos e intereses. Pero ayer, las comisiones de trabajo fueron repartidas de un plumazo, en donde el partido oficial quedó a cargo de la Comisión de Finanzas, Derechos Humanos, Ambiente y Recursos Naturales, entre otros. Asimismo se eligieron, sin ninguna discusión, los representantes ante la Junta Monetaria, Renap y a la secretaría ejecutiva de Conamigua.

La forma en que se repartieron ayer las mesas de trabajo en el Congreso, es una bofetada en la cara. Se aprovecha de la eterna paciencia de un pueblo que sigue dormido. Porque la idoneidad y la aptitud de dichos puestos ni siquiera fue un factor, sino que fue aceptada de forma aplanadora, como un lote de estampas que se reparten para pegar en el nuevo álbum por llenar.

En el tema migratorio, cuando existen 3 millones de guatemaltecos en Estados Unidos, muchos de ellos temerosos del desenlace de sus destinos con el nuevo gobierno de Trump, era imperativo que Guatemala tuviera una visión clara y comenzara a definir una política migratoria, no estar jugando a intercambiar estampitas. Dentro de ese paquete, preocupa la designación de la secretaría de Conamigua, una entidad que con anterioridad he expresado la conveniencia de que sea desmantelada por completo por su total inoperancia estructural. Ahora preocupa ver que la opacidad fue nuevamente la norma en su proceso de elección, ya que de los cinco finalistas, no eligieron a quienes demostraban mayor experiencia en el tema migratorio, que es el único requisito de ley para optar al cargo.

Lo que se presenció ayer tiene el tufo y el hedor de las prácticas de la vieja política, de negociaciones descaradas bajo la mesa, y la repartición del poder basada en compadrazgos. Prevalecen nuevamente los intereses de diputados que burlaron nuestro voto a través del transfuguismo, quienes ven en el Congreso un mercado de cuotas de poder y enriquecimiento personal, mientras que el país continúa en total desgobierno y una buena porción de nuestra población en Estados Unidos corre peligro de deportación.

PD. Al cierre de este artículo, gracias a una movida magistral de la justicia, se capturó al hermano e hijo del presidente Morales, a quienes este nuevo Congreso no habría tenido tiempo de proteger.

Artículo anteriorPresentan antejuicio contra diputado al Parlacen, Othmar Sánchez
Artículo siguienteUn malentendido