Dra. Ana Cristina Morales
Ser de carácter fuerte, tiene una connotación de orden social, de una manera distinta, a la interpretación que desde la perspectiva psicológica significa. Por lo cual, existe un malentendido en el término utilizado. Que visto desde un punto a otro, suele distar de manera notable. Psíquicamente fuerte es algo deseado y buscado por las personas. Incluso, es un motivo de consulta para situarse como asistente a psicoterapia.
Tener fortaleza significa tener un sentido de quien se es, desde el conocimiento físico hasta el interno. Sentir lo funcional y lo inadecuado, aún, desde lo corpóreo, tener presente anhelos, recuerdos, emociones, sutilezas, obviedades. Tener valor de enfrentar lo que se tenga que enfrentar, despejar el camino cuando haga falta, relajarse cuando es necesario y hacer a un lado lo inconexo, lo artificial, lo que no provoque felicidad.
Las personas fuertes, de manera contraria a lo que se cree, son sensibles al dolor propio y ajeno. Saben llorar, enjugan sus lágrimas y prosiguen. Viven la vida con la intensidad que ésta les pide. Aprenden a encontrar sus dones, pero también, sus desaciertos. Y muy importante es que conviven con la aceptación. Pero ello, no les impide caer, recaer y volver a levantarse. Al fin de cuentas, como dice Cortázar, todo recae.
Cuando el momento les solicita actos ilusorios, los viven con benevolencia, agrado y también orgullo. Cuando la necesidad es aterrizar en la realidad, lo hacen. Tienen la posibilidad de abrir senderos, pero también, de cerrar puertas. De brillar con el sol, de resplandecer con la luna, de imantarse, de escisionarse, de ser traslúcidas, de ser opacas, de variar con la flexibilidad de vivir.
Las personas con fortaleza tienen la debilidad de ser cargadas por otros, de ser poco consideradas en su integridad. Al fin de cuentas, pueden, y si pueden, son vistas con destellos que suscitan malestar. Pero, aún, con esa gran debilidad, continúan con la fortaleza de ser.
Siempre habrá una oportunidad en que alguien quiera probar que tan fuerte es esa persona. Y generarle, de esa cuenta, agobios y enturbiamientos. Así que, al no verla indefensa, desearía que sus defectos y flaquezas afloren. Para tener de un tema del cual hablar, por cual sonreír, y sentirse así mismo más fuerte que ella. Así que, con las perturbaciones que le ocurren a la persona con fortaleza, da un sí, a los retos que su vida le pide. Y ello le lleva a un ciclo en el cual, cae, se levanta, recae, pero también se levanta. Y lo mejor de ello, sin resentimientos. Con una mayor fuerza que cuando comenzó. Instruyéndose aún de lo insensato que suela ocurrirle. Porque, todo recae.
La fuerza de la persona suele intimidar a los demás, les genera miedo. Miedo de sentirse pequeños, miedo de no poder, miedo de estar por debajo, por el afán de competir. Pero también, es cierto, que hacia esa persona, existe un flujo seductor, que hace recordar, el deseo de reencontrarse con los padres tan deseados a los cuales se les reclama amor.