Francisco Cáceres Barrios
Los guatemaltecos somos los mejores exponentes de aquel viejo refrán que dice: “Después del trueno ¡Jesús María!”, cuando debiéramos emprender acciones que tiendan a resolver tantos problemas que tienen años de estar en la lista de “pendientes”, ya fuera por desidia, incapacidad, indolencia, politiquería y hasta por la misma corrupción tradicional de nuestras autoridades. Por ello mantengo el criterio que no debiéramos esperar a que el Estado haga cosas que resultarían mejor si nosotros las emprendiéramos, poniéndonos a trabajar en un plan público-privado que atienda la ineludible prevención de accidentes, riesgos y enfermedades profesionales. Países más avanzados que el nuestro tienen rato de estarlo haciendo, imitando a los pioneros europeos, asiáticos o norteamericanos, quienes han logrado gran experiencia para prevenir eficazmente, con métodos científicos y técnicos, los accidentes y desastres de todo tipo, incluyendo similares desgracias como la ocurrida recientemente en el volcán Acatenango.
De seguir esperando que otros hagan las cosas, como que las hagan bien, vamos a presenciar o formar parte de las víctimas consecuentes de los accidentes de tránsito en las calles y carreteras del país en los que por docenas fallecen, como que miles de seres humanos sigan saliendo perjudicados sin que nadie tome acción para evitar su repetición constante. Pero lo anterior, aunque sea una causa significativa para ser tomado en cuenta prioritariamente, también falta mucho por evitar accidentes en la fabricación y utilización de juegos (fuegos) pirotécnicos; en las riveras del mar, lagos y ríos; en la manipulación de artefactos eléctricos; en el trabajo; en los días de descanso y hasta en la participación de eventos sociales, deportivos, políticos o religiosos, no digamos los derivados de la naturaleza o del medio ambiente. Por todos es sabido que no hay campo ni actividad en que no estén presentes los accidentes, repito e insisto en afirmar que no son “casuales”, sino “causados”.
De la iniciativa privada, para no inmiscuir para nada la política, debiera surgir la creación de un Consejo Nacional para la Prevención de Accidentes y Enfermedades Profesionales, entidad pública-privada, que tendría entre otros, los objetivos o fines siguientes: diseño de la estrategia nacional de seguridad; desarrollar medidas o planes, como establecer políticas, estrategias y acciones para evitarlos; crear sistemas de vigilancia, control, investigación y recopilación de factores y datos estadísticos; diseño de métodos y sistemas educativos, formativos, como los mecanismos de comunicación y divulgación; establecer convenios de colaboración y cooperación entre entidades, en fin, evitar, disminuir o contrarrestar la mortalidad y la discapacidad de víctimas, por lo que desde esta tribuna hago un llamado a quienes con honestidad y sin intereses personales podríamos crearlo y desarrollarlo en beneficio del país.