Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Generalmente en los países más desarrollados cuando una persona es electa para ocupar la jefatura del Estado se tiene al menos una idea del rumbo que tomará su gestión, sea por la posición ideológica del electo o por sus antecedentes en la vida pública. Ahora en Estados Unidos se vive una era de incertidumbre porque resulta imposible predecir cuál será finalmente la política del futuro presidente, Donald Trump, en cuestiones tan importantes como la migración, las relaciones internacionales y la economía del país ya que en todos esos ámbitos ha emitido comentarios que resultan contradictorios entre sí e impiden aclarar su verdadera orientación.

En el plano ideológico hay que decir que Trump llega como un republicano, pero de entrada uno de sus primeros objetivos será destruir los tratados de libre comercio que fueron resultado de la afinidad de ese partido con las ideas liberales de libre mercado que se basaron en la eliminación de barreras arancelarias para facilitar el intercambio de bienes alrededor del mundo con distintos países y distintas regiones. Trump plantea una vuelta al viejo proteccionismo que fue causa del aislamiento que vivió en ciertas épocas Estados Unidos, pero entendiendo que su postura es sobre todo basada en el pragmatismo, nadie puede estar absolutamente seguro de cuál será, finalmente, su política si la eliminación de algunos tratados se traduce en alto costo para muchos productos de consumo y, sobre todo, si la oferta de trabajo no llega a ser impactante en el mercado laboral norteamericano que se ha recuperado admirablemente después de la gran crisis de la década pasada.

En términos de migración, durante su campaña cambió de enfoque durante al menos tres oportunidades respecto a las deportaciones y al muro que ofrece construir en la frontera sur para impedir el acceso de ilegales que provienen de México y los países del triángulo norte de Centroamérica. El nombramiento de las personas que tendrán a su cargo Homeland Security, a cargo del tema migratorio, no ofrece tampoco certeza respecto al alcance de lo que será su política migratoria, aunque ya ofreció eliminar el beneficio que la administración Obama ofreció a los jóvenes inmigrantes (Dreamers) para que estudiaran y pudieran insertarse en la sociedad.

Según algunos expertos, tanto en política exterior como interior Trump usará prácticas de negociación que le dieron resultado en el manejo de su empresa, en realidad emporio, dedicado al negocio inmobiliario. Es una estrategia de regateo la que consideran que será la pieza clave de su trato tanto con otros países como con grupos de poder en su propio país. Empezando por propuestas máximas, obviamente inaceptables, para forzar a la contraparte a aceptar lo que realmente pretende Trump y maniobrando para enfrentar a dos competidores (Rusia y China, por ejemplo).

Muchos analistas se devanan los sesos para hacer los pronósticos de lo que será esta inusual e inédita administración republicana en Washington, pero basta leer las discrepancias entre ellos para darse cuenta que lo único realmente cierto es la incertidumbre porque no hay elementos para darle certeza a las previsiones y porque no hay precedentes de la elección de un candidato que a lo largo de su vida muestra tantos cambios de parecer sobre cosas fundamentales.

Artículo anteriorA propósito de la tragedia del Acatenango
Artículo siguienteLa renuncia, como mínimo