Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Hace algunos años, tanto en la arena política como en la deportiva, en los países latinoamericanos se empezó a usar como canto de batalla la expresión de que «sí se puede» para dar ánimo ante situaciones que podían parecer difíciles, cuando no totalmente adversas y uno ve el efecto que tiene la frase en el comportamiento colectivo porque estimula y sube la adrenalina.

Sin embargo, escuchando anoche al Presidente Obama en su discurso de despedida, en el que hizo énfasis en el papel del ciudadano en cualquier democracia y la necesidad de comprometerse con los intereses de la sociedad y del país, entendí que hay una gran diferencia entre ese sí se puede con la frase que él usó desde su campaña en el año 2008, cuando le decía a las multitudes sí podemos (yes we can), dando a entender que no se trata de que las cosas puedan ocurrir, sino que hay que hacer que ocurran con esfuerzo, trabajo, dedicación y compromiso.

No se puede confiar en que sí se puede, como si mágicamente se van a producir los hechos que ansiamos, sino que debemos trabajar para que se concreten y, verdaderamente, se pueda. Ahora, cuando en Guatemala algunos sueñan con ir finalmente a una Copa del Mundo porque se aumentó el número de participantes, tenemos que entender que sin hacer algo para cambiar la forma en que se dirige ese deporte en el país, no podremos aunque nos quedemos mudos de estar gritando que sí se puede.

Y lo mismo pasa con nuestro país en general, puestos que ante la evidencia de que estamos inmersos en un mar de corrupción e impunidad algunos piensan que si podemos salir adelante confiados en las buenas intenciones de unos cuantos, pero la verdad es que a menos que nos hagamos fuertes en el compromiso por hacer las cosas, por iniciar nosotros mismos la depuración necesaria y forzar al castigo de los pícaros, todo seguirá igual porque esos fenómenos no ocurren porque sí, sino que son resultado de inmensas luchas cívicas.

Y precisamente alrededor de eso giró el fondo del discurso de anoche de Obama. Los ciudadanos tenemos un papel permanente que jugar en la vida democrática y no debemos dar nada por merecido sin esforzarnos en el trabajo por lograrlo. No podemos esperar que las cosas pasen porque nuestros diputados o nuestros futbolistas, igual bola de ineptos, van a hacernos el favor de reformar el Estado o llevarnos a un Mundial. Tenemos que entender que como sociedad tenemos que emprender el proceso de cambio que empieza por nosotros mismos. Debemos convertirnos en actores implacables con todo lo que se traduzca en el robo y mal uso de los recursos del Estado que tendrían que estar al servicio de la población y especialmente de los que más necesitan la generación de oportunidades.

La CICIG y el MP dieron un empujón, pero la responsabilidad final es nuestra, es de los ciudadanos que creemos en la necesidad de sentar precedentes, de acabar con los pícaros y emprender la construcción de un nuevo orden, jurídico y social, de inclusión e igualdad.

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