Eduardo Blandón

Nada nuevo se puede decir sobre los beneficios de los buenos propósitos a principio de año ni sugerir sobre la importancia de la constancia para su cumplimiento.  Lo que sí se puede hacer es recordar los motivos por los que un inicio de temporada debe incorporar deseos de renovación y nuevos respiros para el cambio.

Las personas somos algo así como una maquinaria que se desgasta.  Necesitamos revisión constante, chequeo general y cambio de piezas.  Habitualmente la reconfiguración no se puede hacer casi a lo largo del año porque las ocupaciones nos distraen y las circunstancias alrededor son perversas: ruidos externos e internos, pasiones a flor de piel y una ecología que también parece conspirar.

Por ello, es fundamental este tiempo de relajamiento que casi termina porque nos permite hacer ajustes vitales, tune up para optimizar, personalizar y corregir fallos del sistema.  Como máquinas humanas, sin que lo seamos exactamente, claro.  Ese es el fondo de las famosas resoluciones.  Se hacen por necesidad, porque la maquinaria se vuelve lenta, no responde y a lo mejor hasta tiene virus.

Una vida llevada a la ligera, alejada de la reflexión, sin apenas ser consciente del camino recorrido, puede conducirnos a la desdicha. Y es posible que ahora no nos demos cuenta, pero tarde o temprano la vida nos pondrá frente al horizonte espantoso transitado en nuestra estupidez.  Por tontos, por ignorantes, por precipitados.  Con la pena de que llegado ese momento pueda ser ya tarde para las correcciones oportunas.

Esa es la razón por la que, aunque le parezca poético, romántico, idílico y hasta estúpido, propio de almas sencillas y poco sofisticadas, haga un pequeño alto y reconsidere el camino. Examine sus actitudes, elimine archivos.  Haga que el sistema se reconfigure y propóngase caminar hacia la felicidad, no sea tonto, pare de sufrir.  El tiempo es propicio para ello y no requiere más que unos buenos minutos.  Le deseo un feliz año nuevo. Muchas bendiciones para usted en este 2017.

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