Juan Antonio Mazariegos G.

Veinte años atrás tuve la oportunidad de conocer a un banquero norteamericano quien en su ya casi etapa de retiro había sido contratado por un banco local para poner orden en la institución, esta a su vez había surgido como muchas otras en aquel entonces, dentro de un grupo empresarial que decidió que también podían ser banco y junto a otras 20 y pico similares conformaban el sistema bancario nacional de la época.

Al cabo de unos meses de estar en Guatemala, enamorado ya del país y de una chapina, el amigo banquero, luego de muchas escrituras y reuniones me había brindado su confianza y me decía que Guatemala era muy hermosa y muy rica, pero que para negociar, su gente, no entendía de otra cosa que no fuera de lo que él denominaba la teoría de la zanahoria o el garrote, afirmando que los muchos años de ser marchantes nos habían vuelto un país donde la gente solo buscaba premios o evitar castigos a corto plazo, una ganancia rápida y que en eso se basaban todas las negociaciones en las que por razón de su trabajo debía de intervenir, una retribución inmediata que le diera la sensación a quien se sintiera favorecido de percibir que se había llevado la zanahoria o evitado el garrote en ese momento, sin pensar más allá sobre las consecuencias posteriores de esa aparente victoria inicial.

Seguro que siempre será más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga sobre el propio y no debe de resultar extraño en consecuencia que no percibamos como somos, como nos perciben las personas que por periodos de tiempo vienen a vivir a Guatemala o simplemente creamos que el amigo, que en paz descanse, haya estado más equivocado que quien lleva cocos al puerto.

En todo caso, nada cuesta visualizar y pensar, si en nuestra vida personal, laboral o en las decisiones de país, como en general nos juzgaba el amigo, actuamos según la teoría de la zanahoria, la cual nos permite obtener un triunfo hoy, un estómago lleno hoy pero no necesariamente para mañana y empezar a buscar objetivos que quizás no nos quiten el hambre de manera inmediata, pero nos permitan en un futuro cercano tener a disposición más de una zanahoria o evitar un castigo mucho mayor que aquel nos pueda provocar el garrote que hoy nos intimida.

Planificar, estudiar y analizar opciones o riesgos debe de ser una práctica a ejecutar en cada decisión que tomemos, como individuos, en nuestro trabajo y como país, por muy resplandeciente que se vea la zanahoria con la misma no obtendremos más que un satisfactor momentáneo, por muy intimidante que luzca el garrote, evitarlo no nos garantiza que mañana no vayamos a encontrar una amenaza mayor y de esa cuenta, quizás, con una simple variación provocada por el análisis y el estudio obtengamos cuando menos dos zanahorias o ningún garrote. ¡Feliz 2017!

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