Jorge Santos 

Hace 20 años la sociedad guatemalteca anhelaba una de sus más grandes aspiraciones, la Paz.  Recuerdo aquel 29 de diciembre, en la Plaza (llamada Parque Central) desbordada de gente, entusiasta, militante, organizada, personas que a lo individual o en familia llegaron a observar el acontecimiento histórico de la firma del Acuerdo de Paz Firme y Definitiva. Muy probablemente muchos y muchas pensando en los muchos años de sufrimiento, violencia, pensando en los seres queridos que no estaban y que habían muerto y desaparecido en el transcurso de 36 años de Conflicto Armado Interno y de terror de Estado.

Luego de largas jornadas de negociación, se culmina la firma de 12 Acuerdos que pretendían darle final a las causas que originaron el Conflicto.  Una de esas causas está muy bien retratada en el Informe Memoria del Silencio de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH), la cual refiere que: «el Sistema Judicial del País, por su ineficacia provocada o deliberada, no garantizó el cumplimiento de la ley, tolerando y hasta propiciando la violencia. Por omisión o acción, el poder judicial contribuyó al agravamiento de los conflictos sociales en distintos momentos de la historia de Guatemala. La impunidad caló hasta el punto de la estructura misma del Estado, y se convirtió tanto en un medio como en un fin. Como medio cobijó y protegió las actuaciones represivas del Estado, así como la de particulares afines a sus propósitos, mientras que, como fin, fue consecuencia de los métodos para reprimir y eliminar a los adversarios políticos y sociales».

Esa impunidad crónica que se ha enraizado en el Estado guatemalteco significa y sigue siendo una de las mayores causas de injusticia social, económica, política y cultural en el país. Y es que algunos de los actores en conflicto consideran equivocada y mal intencionadamente que la impunidad garantizará la reconciliación y la paz, sin jamás dimensionar que es ese mal el que se convierte en el leño seco que alimenta el fuego del conflicto y el rencor.

La paz requiere condiciones básicas para echar raíz y estas sin lugar a dudas están dadas a partir de generar equidad y justicia en su acepción más amplia, sin las cuales aquello que había generado el conflicto crece y se sigue alimentado; y es que a 20 años de la Firma de los Acuerdos de Paz, sabemos del crecimiento de la pobreza y la pobreza extrema y desde el 2014 el despropósito de hacer retroceder el reloj de la historia e imponer de nuevo aquel velo de impunidad que fue causa y origen del enfrentamiento. De esa cuenta, es que con fuerza las víctimas, los sobrevivientes del Genocidio, las ejecuciones extrajudiciales, la desaparición forzada, la violencia y esclavitud sexual y la tortura siguen demandando un Estado que les garantice paz y desarrollo a partir de la justicia y no del olvido y la impunidad.

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