Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Escribo mi última columna del año convencido que desperdiciamos la oportunidad que se tuvo en este 2016, que tal experiencia fue dolorosa y porque me resisto a conformarme, pero también escribo estas líneas convencido de que el 2017 debe ser el año en el que los guatemaltecos nos atrevamos a cambiar las bases de nuestro sistema pues vivimos un momento en el que podemos lograr el sueño o terminar de resquebrajar lo que queda.

Pero en ningún momento en la historia del mundo los cambios se han logrado si los ciudadanos, como personas, no deciden adoptar el cambio como una filosofía de vida y eso es justamente lo que necesitamos los guatemaltecos, puesto que los efectos de la impunidad y la corrupción nos invaden en la cotidianidad y por ende, en cómo vivimos nuestro día a día.

Yo entiendo que los cambios no pueden pasar de la noche a la mañana, pero también entiendo que ha habido familias, cuyas generaciones enteras, han estado esperando el momento en el que sus oportunidades estén allá y no aquí en Estados Unidos y por eso es que, especialmente por ellos, es que no podemos vivir en una eterna espera.

Y las recetas para lograr los cambios no son ciencia astrofísica; simple y sencillamente nos debemos enfocar en vivir la cotidianidad cumpliendo las reglas y centrarnos en el Congreso para lograr los cambios que la clase política se resiste a ejecutar. Los que están cerca del poder, ya sea porque están emborrachados del mismo o de negocios (quizá de ambas), piensan que vivimos en Suiza y que a pesar que todos siguen igual, vamos bien.

Para los que tenemos oportunidades, el que las autoridades del país nos digan que viendo las situaciones de cerca, las cosas van bien y se va en buen camino, es una mentira “cínica pero soportable” porque no se padece de hambre, pero cuando la oye aquel pobre que está pensando en migrar o al familiar que espera la remesa pero no ve a su pariente, ese discurso es “cínico e insoportable” y esa es la gente que se debe hacer escuchar.

El martes yo decía que no se oye, no se siente que la gente esté presente y sobre todo aquella que entiende que la situación de Guatemala no es sostenible bajo ningún punto de vista. Tanta pobreza no es socialmente, ni moralmente sostenible, pero también es insostenible desde un punto de vista económico porque si no cambiamos la matriz de oportunidades, de instituciones y del cumplimiento de la ley, quién podrá seguir consumiendo (sin depender de las remesas), menos gente se animará en invertir en el país y no tendremos nunca más mano de obra calificada.

Para mí un buen proceso de cambio es que se reforme la Contraloría de Cuentas, que logremos cambiar la matriz de compras, que se hable de los negocios del Listado Geográfico de Obras, que los cambios al sector justicia se logren íntegros (con ajustes que la fortalezcan y no la debiliten), que se regule bien el financiamiento electoral, que se sigan otros procesos por corrupción más allá del PP y que empecemos a hablar de la depuración que es necesaria, tanto en nuestro actuar social como en los tres poderes del Estado.

Y a todos los que día a día luchan por hacer las cosas bien y entregar su grano de arena a la construcción de un mejor país, aquellos que luchan ante la adversidad en lugar de sucumbir, les deseo un muy feliz año 2017 esperando que nos encontremos y unamos en el camino del cambio.

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