Javier Monterroso

El 29 de diciembre se cumplen 20 años de la Firma de los Acuerdos de Paz, y a pesar de lo importante que podría parecer la fecha esta ha pasado casi desapercibida para la agenda política y ciudadana, un concierto por aquí, unos programas de radio por allá, ningún acto oficial importante organizado por el Ejecutivo o el Legislativo, ningún análisis lo suficientemente serio publicado por alguna universidad o centro de investigación superior. Por cierto lo mismo pasó el año pasado cuando se cumplieron 30 años de la entrada en vigencia de la Constitución Política de la República.

Los Acuerdos de Paz son instrumentos ambiciosos, no se limitan a lograr el cese al fuego entre las partes en combate, intentaron sentar las bases de desarrollo del país, y de haber sido implementados correctamente hubiéramos avanzado en muchos aspectos.

Lamentablemente la mayoría de los Acuerdos no fueron implementados adecuadamente o no fueron implementados para nada, lo que constituye un incumplimiento a los mismos, hay dos perspectivas desde las cuales se puede buscar responsables, en una visión institucional los responsables del incumplimiento son los gobiernos y legislaturas del período 1996-2016, sobre todo en aquellos compromisos que requieren medidas administrativas y legislativas.

Sin embargo bajo otra perspectiva más social la responsabilidad del incumplimiento de los Acuerdos de Paz la tiene toda la población, sobre todo si tomamos en cuenta que varios de los temas más importantes contenidos en los Acuerdos fracasaron debido a que la sociedad voto en contra de la reforma constitucional en 1999, y aunque se podría decir que en este caso el gobierno y el legislativo de turno también fueron corresponsables, hubo una fuerte oposición de varios sectores sociales entre ellos las iglesias evangélicas y las cámaras empresariales para que ganara el no en la consulta popular.

A pesar del incumplimiento de los Acuerdos hay que valorarlos en su justa dimensión: lograron ponerle fin a uno de los enfrentamientos más largos y terribles de la historia, solo por esa razón habría que celebrarlos más y debieran ser objeto de más estudios y análisis serios.

Los Acuerdos de Paz y la Constitución Política fueron una ruta para la refundación del país, ambos instrumentos están superados por la realidad, los problemas actuales son otros o han adquirido una dimensión distinta a la que tenían hace 30 y 20 años, si queremos salir del subdesarrollo hay que generar una nueva ruta de cambio, que pasa ineludiblemente por la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente amplia, plural e incluyente que sin prisa pero sin pausa refunde el Estado, no hay otro camino y las crisis que vendrán en el 2017 lo confirmarán.

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