Pedro Pablo Marroquín Pérez
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La semana pasada, previo a la Navidad, Nineth Montenegro dijo que sí hubo interferencia de poderes cuando se refirió a la elección de Oscar Chinchilla como nuevo presidente del Congreso dentro de lo que ahora se conoce como el pacto de impunidad que será la sombra de la legislatura del 2017.
El día que La Hora publicó la noticia, algunos intentaron descalificar la denuncia de Montenegro diciendo que ella era parte de la vieja política y que la razón por la que denunciaba era porque no había sido electa. La verdad es que yo mismo, desde esta trinchera y en pláticas directas con ella, he sido crítico en ocasiones del papel de la diputada, precisamente, por su silencio ante todo lo que pasa a su alrededor.
Pero ahora, creo que es de reconocer que dio el primer paso en el sentido correcto, porque alguien tiene que decir algo de la forma en que operan las cosas en el Congreso. Y digo que es el primer paso porque luego tienen, forzadamente, que venir escándalos por el manejo del Listado Geográfico de Obras y por el pago por votos que muchos han hecho a lo largo de los años y el papel que juegue la diputada Montenegro será fundamental para confirmar si su decisión es firme para limpiar la cloaca.
En lo personal creo que si deseamos no solo un 2017 diferente, sino un mejor país, el Congreso es la llave de todo y dentro de ese esquema, debemos entender que ahora el legislativo está aliado con el Ejecutivo, el Judicial y los grupos que no desean que la impunidad y la corrupción dejen de reinar y por eso la ilusión de cualquier cambio que pase por el Congreso se desvanece.
Pero no se desvanecería la ilusión si el Congreso llega a sentir la presión. Mucho se ha dicho sobre que los diputados retiraron la inmunidad a Otto Pérez porque recibieron presiones del extranjero, pero no hay que olvidar que el día que se discutió eso en el pleno, la gente estaba somatando las puertas del Congreso.
El mismo Mario Taracena dijo una vez que era necesario que se encerrara a los diputados en el parlamento para que cayeran en cuenta de cómo deben ser las cosas y al ver lo que pasó con las reformas al sector justicia, es obvio que a los diputados no les preocupa que algunos cuantos ciudadanos hagan presión y por eso es que las masas se deben hacer sentir.
Nunca he encontrado lógica en cómo las masas de este país, que son las más perjudicadas (y digo más porque este sistema de impunidad perjudica a todos en alguna manera), no se hagan escuchar cuando la clase política (y buena parte de la sociedad) se ríen en su cara de la miseria y de la falta de oportunidades.
Nineth Montenegro dijo que está de acuerdo con el amparo presentado por Alfonso Carrillo, justamente por esa interferencia de poderes que se le achaca a Jimmy Morales como cabeza del pacto de impunidad, pero una vez más, viendo las cosas, ese amparo no parece tener futuro por el simple hecho de que aquí no se siente la presión de las eventuales consecuencias (ni políticas ni sociales) por lo que se haga o se deje de hacer.
Ya va llegando La Hora de que confeccionemos los términos de la Guatemala del futuro, pero tal y como están las cosas, la del futuro será la misma que la del presente y el pasado porque no se oye, no se siente que la gente esté presente y cansada, lo cual es inexplicable viviendo en un país cuyo mejor producto de exportación es la gente y sabiendo que los “buenos” son dominados por un puñado de mafiosos. Créalo o no, de usted y de mí sigue dependiendo el futuro.