Francisco Cáceres Barrios
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¿La recuerdan? Trata del orgulloso león que cayó en una trampa y quedó atrapado en la red del cazador. Entonces, un pequeño ratón prometió ayudarle, pero el león se burló de su pequeñez. Con paciencia y habilidad el ratón se puso a morder las cuerdas de la red hasta romperlas, demostrándole al león que todos somos importantes, como que lo había podido liberar a pesar de su tamaño. Cuento lo anterior, porque su narración lleva consigo un mensaje muy positivo: no hay que despreciar a los demás porque sus habilidades pueden sorprenderle.

Los amables lectores seguramente conocen bien esta fábula porque en más de una oportunidad sus padres, mentores o familiares se la trasladaron como fuente de conocimientos. Y la misma se agolpó en mi mente cuando el presidente Morales insistió en “contarles un cuento” a quienes asistían a un acto realizado en el mercado de la Terminal, narrándoles el de los “cuatro toros”, los que unidos eran invencibles pero, cuando un día a uno de ellos se le ocurrió separarse del grupo, el león aprovechó para comérselo y así, logró destruir la unidad que constituía la fuerza de aquellos cuatro especímenes.

Por lo visto el presidente Morales ha preferido seguir los malos consejos de su ahora aliado Álvaro Arzú, creyendo equivocadamente que sí funciona el malhadado criterio que a la prensa “se le paga o se le pega” o bien que el despreciarla rinda más beneficios, en vez de hacer todo lo posible por mantener una relación respetuosa, si es que no se quisiera hacer amistosa o cordial. Hace tiempo en la biografía del General Douglas MacArthur, quien a los 32 años alcanzó el grado de general, leí que: “Uno no puede librar una guerra en la actualidad sin el apoyo de la opinión pública, que es tremendamente moldeada por la prensa”. Por mi experiencia, puedo asegurar que aunque no es totalmente cierta la parte final de dicha afirmación, sí es sumamente valioso contar con el apoyo de una “buena prensa” en vez de una abierta guerra, la que está visto y demostrado no trae nada nada positivo.

Esto último no lo mencioné por contarme entre los que prefieran rehuir el pleito, la controversia o la franca y abierta discusión, sino porque con la actitud errónea de la presidencia, la población es la que resulta más perjudicada, cuando si cumple con sus deberes, la buena comunicación le es mucho más útil para lograr sus objetivos. ¿O es que la ciudadanía no merece la mejor consideración del gobernante, sabiendo de sobra que ella es la que sale más perjudicada por sus desplantes al no responder sus dudas e inquietudes?

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