Jorge Mario Andrino Grotewold.
* @jmag2010

De 1996 al 2016 ha transcurrido un período suficiente para que al menos una generación de jóvenes guatemaltecos no viviera dentro del conflicto armado interno, y por ende que sus condiciones de vida estuvieren mejor, gozando de un estado de bienestar con dignidad y derechos, generando oportunidades de desarrollo individual y colectivo.

Sumado a ello, desde 1986 se alcanzan los 30 años de una teórica democracia plena, que a pesar de contar con sinsabores dentro del camino recorrido, puede confirmarse que la ruta de restauración social inició con buenos augurios. Así, dos acontecimientos que recuerdan a las nuevas generaciones que el país históricamente había estado sujeto a dominio político y económico por grupos de poder que no estaban interesados en que el país alcanzara su potencial de forma equitativa. Ansiaban retener el poder y la influencia que tenían, pero bajo el marco de una tiranía que no permitía a una sociedad liberarse completamente y encontrar un camino que les permitiera vivir en dignidad.

¿Eso cambió de alguna forma los últimos 30 o 20 años?

Sin lugar a dudas, el país ha avanzado desde entonces. Gracias al apoyo internacional y a una serie de liderazgos sociales emergentes, Guatemala ha logrado alcanzar ciertos aspectos positivos para su democracia y terminar un conflicto interno que no fue más que una lucha de poder en sus inicios, pero que se transformó en una búsqueda de mejores condiciones económicas, sociales, individuales, políticas y culturales, aunque fue utilizando el camino erróneo de la guerra y la violencia, acaso el único que según sus representantes, les quedaba.

Con una nueva Constitución en 1985 se trazó una nueva agenda de país, que aunque se le denominó como un pacto político de las élites y grupos de incidencia, era una notoria mejoría a la realidad que se vivía en ese entonces. Y posteriormente, en 1996 al concluir el conflicto armado interno, una nueva propuesta de gestión colectiva se promovió por medio de los Acuerdos de Paz, lo que conllevó a una nueva expectativa para el país, para alcanzar equidad en las oportunidades, en mejorar índices de productividad y en buscar soluciones de forma conjunta a problemas comunes y recurrentes.

En un balance general, ni la democracia ni la finalización del Conflicto y la suscripción de los Acuerdos de Paz han cambiado profundamente los indicadores de pobreza, de desarrollo o de libertades fundamentales. Quizá se han hecho más notorias, pero la ausencia de políticas públicas y la falta de liderazgos a todo nivel para implementarlas, han generado un estancamiento en ese tan ansiado progreso, algo que solo unidos como en las épocas navideñas se pretende, se podrá lograr.

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