Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Casi todas las estimaciones que hay sobre la cantidad de guatemaltecos viviendo en Estados Unidos llegan a una cifra cercana a los dos millones de personas, de las cuales una inmensa mayoría están sin papeles y experimentando en esta fecha una incertidumbre mayor a la que siempre les ha acompañado por la falta de un estatus legal que les permita trabajar y vivir en ese país.

Y es que en muchos lugares se ha empezado a notar un sentimiento de discriminación mucho mayor como resultado de las expresiones utilizadas por el candidato republicano durante la campaña al hablar del tema migratorio. Se nota un empoderamiento de la mayoría blanca que ve con distintos niveles de desprecio a los inmigrantes que, en opinión de algunos, han llegado a desplazar de oportunidades de trabajo a los mismos norteamericanos, no obstante que los trabajos que obtienen nuestros compatriotas son, generalmente, aquellos que por su naturaleza no atraen a los blancos.

Al día de hoy no se sabe exactamente cuál será la política del nuevo gobierno que será instalado el 20 de enero cuando Trump sea investido como Presidente de los Estados Unidos y por ello la incertidumbre es la nota característica en los hogares de muchísimos guatemaltecos que le piden a Dios que se puedan disipar todos sus temores. Se trata de una inmensa cantidad de gente que sabe que el retorno no es una opción porque en su patria, en esta Guatemala, no encontraron nunca las oportunidades de mejorar sus condiciones de vida, ni siquiera si había disposición a trabajar durísimo. El nuestro es un país donde quien nace en condiciones de pobreza y marginación tiene altísimas probabilidades de morir siendo pobre y marginado porque no existen facilidades sociales para que la gente esforzada y talentosa pueda abrirse camino en busca de mejores oportunidades.

La mejor prueba de que el guatemalteco es buen trabajador y dedicado la tenemos en el fruto de las remesas que mes a mes envían a sus familias y que se han convertido en el motor de la economía nacional que depende, como de ningún producto de exportación, del sacrificio que hacen aquellos que tienen que dejarlo todo atrás, incluidos sus seres queridos, con tal de encontrar esa oportunidad que su misma patria les negó de manera sistemática.

Y mientras tanto nuestra Cancillería se limita a repetir que no deben preocuparse y que deben conservar la calma, pero sin mover un dedo para incrementar el número de consulados que se dediquen a atender las necesidades de los guatemaltecos que viven en condición irregular en los Estados Unidos. Y es que la incapacidad también se manifiesta en las relaciones exteriores, dirigidas por un mandatario que no entiende del tema y por un Canciller que destaca porque supo que convertirse en alfombra es en Guatemala un excelente recurso para ir escalando posiciones y que, al final de cuentas, está preparando ya su futuro para enquistarse en un organismo internacional, la OEA, donde los mediocres tienen asegurado el futuro.

Pensar hoy en la Navidad del migrante es reflexionar sobre la incertidumbre y el temor que agobia a nuestros paisanos por lo que les depara el futuro inmediato y por ellos elevo mis oraciones.

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