Alfonso Mata
La invitación surgió hace más o menos dos siglos y de ella se formó el proceso político religioso de la civilización de occidente con una primera lección: Las cosas públicas nacen en condiciones ni improvisadas ni programadas, sino producto de acontecimientos orientados al cambio. Lo pequeño estimula hacia lo grande, abriendo una herida enorme para el cambio de lo existente, convirtiéndose en fuente a la vez de alegrías como de desasosiegos, volviendo despiadada la lucha entre el espíritu y el instinto; una lucha continua por reconciliar estas dos fuerzas que absorben al hombre y forman su humanidad.
El principio de esa nueva visión es un nacimiento en harapos, que trae bajo el brazo ideas y creencias que se desarrollarán a lo largo de una existencia angustiada, que recorrerá caminos y pueblos de la comarca por más de 30 años y que va a señalar el aprendizaje y la reflexión como elementos previos a la acción.
Aquel surgido en agrestes tierras de silencio y arrebatos, madura en medio de un mundo de contradicciones de hábitos y afirmaciones, bajo signos de sufrimiento, obstinación y orgullo, en que sus ideas no solo son captadas, sino valorizadas o desvalorizadas, luego de inquietantes meditaciones y reflexiones, que más tarde trasmitirá a sus discípulos y al mundo, asustándolo y seduciéndolo.
Aquel ejercicio que tiene lugar en medio de silencios, arrebatos y rechazos, será seguido de la acción. De una vida pública llena de enseñanzas, que no solo serán producto de la palabra sino de la voluntad, que se muestra a la vez que alegre, compasiva y valiente. Una obra realizada con consistencia y perseverancia, que nos lleva a visualizar un estilo y modo de vida, fundamentado en el ejemplo, recibiendo igual atención e importancia la presencia de lo individual con la del “otro”; la doble sustancia de la sociedad.
El drama de ese inicio, culmina con un acto de amor violentado al máximo, por la ignorancia de multitudes y los intereses desiguales de sus dirigentes, ambos enemigos de la colaboración y contribución. En su acto de pervivir, aquella vida logra conjugar a personalidades y naturalezas tan diferentes a su alrededor, con lo que sella su fin que defiende con la muerte, premio de la creencia en el prójimo, demostrando que más que amigos, lo que se necesita son compañeros.
La gran lección de todos los acontecimientos de una vida llena de coherencias, enseñanzas y valores, es que la lucha no termina con la muerte y que todos venimos y estamos comprometidos en la cruzada salvática de la naturaleza humana del hombre. Gran lección para todos. Ojalá nuestros políticos pudieran exhalar al final ese grito de satisfacción ante el pueblo “todo se ha consumado” como un canto de cumplimiento de una misión, como grito de esperanza ante una grey hambrienta.
¡Feliz Navidad! a todos, aunque los pobres exasperados por muchas hambres no oigan, y los poderosos rompan sus cabezas como piedras contra esas ideas que surgieron hace dos mil años. Las ideas ahí están y perduran cubiertas del deseo de justicia y libertad, deseos que no terminan de crecer, en busca de una sociedad mejor llena de diversidad de actitudes, pero regida de una voluntad, un desafío, por hacer crecer en todos la fuerza del espíritu humano a todos.
Uno puede leer los evangelios, estudiarlos; pero sin tomar posesión del espíritu que develan y envuelven, sin conquistar a lo que invitan, sin tomar posesión de ello y sólo pasando sus páginas entrelíneas, solo sentiremos un ligero estremecimiento y la vida que de ellos podemos formular, se vuelve una falsa promesa con uno mismo y hacia los demás, sin dar savia, aunque tengamos cualidades para ello y viviendo esa angustia de venir de un oscuro abismo y dirigirnos a ello también; no seamos artesanos de ese abismo. No aceptemos límites es la última lección, no dejemos que todo pase a nuestro alrededor como un río y entonces agarrémonos a la balsa salvadora el compromiso y la responsabilidad dándole a cada uno su espacio pues no nos salvamos a través de amigos, sino de compañeros, que nos complementamos. De nuevo, ¡Feliz Navidad! a todos.